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Eduardo Arroyo y València

Alfaro, Renau, el Equipo Crónica o Carmen Alborch eran los vínculos artísticos con la Comunitat Valenciana del artista recientemente fallecido.

Con motivo de la reciente muerte del pintor, escenógrafo y escritor Eduardo Arroyo (Madrid, 1937-2018), parece oportuno recordar aquí sus vínculos con València.

Personalmente lo conocí en el verano de 1975, compartí el proyecto español de la Bienal de Venecia de 1976 y luego intercambié alguna correspondencia a fines del pasado siglo. Pero el pintor tuvo relaciones estrechas con otros artistas y amigos de València.

Arroyo y los miembros del Equipo Crónica habían coincidido en la muestra colectiva «España Libre» (1964), exposición itinerante inaugurada Rimini, (Italia), en la que participaría asimismo el crítico de arte valenciano Vicente Aguilera Cerni (1920-2005). Un año más tarde y a invitación de Arroyo los artistas Rafael Solbes y Manuel Valdés expondrían en el XVI Salon de la Jeune Peinture que tendría lugar en Paris (1965). Por entonces Arroyo militaba en la corriente artística «figuration narrative» que protagonizaban artistas como Gilles Aillaud, Bernard Rancillac, Antonio Realcati, etc. Años más tarde el Equipo Crónica sería seleccionado por Gérald Gassiot Talabot (1929-2002), destacado crítico de arte francés y amigo de Arroyo, en la muestra colectiva «Bande Dessinée et Figuration narrative» (Paris, 1967).

Así pues cuando en el verano de 1975 fui a ver al pintor en Paris con una carta de presentación del Equipo Crónica, la amistad entre estos artistas era bastante sólida. Hasta el punto que mi nombramiento en la Bienal de Venecia (1976), fue una propuesta de Solbes y Valdés que contó con el beneplácito de Arroyo que, entonces era miembro de la Comisión de Artes Visuales de la Bienal.

Antes de viajar a València, por primera vez, Arroyo y yo iríamos a visitar a Josep Renau en Berlin. Fue en la primavera de 1976. Casualmente ambos vivían en la capital berlinesa. Arroyo como becario. Renau como exiliado. Uno en el Berlin occidental. Otro en el Berlin oriental. Fue un encuentro muy sugestivo del que nació una obra común, con referencias a Velazquez y Dalí, que hoy está depositada en el IVAM. Esos y otros vínculos con la cultura española, explican que en 1976, Arroyo se planteara volver a España y participara en exposiciones, sin mucho éxito — hay que decirlo — en galerías de Madrid, Barcelona y València.

La experiencia valenciana pasó por una detención de la Brigada Político Social (1976), siendo ministro del interior, Rodolfo Martin Villa, pues existía entonces, una denuncia contra Arroyo por sus actividades antifranquistas. Cierto es que la presión internacional hizo posible que el pintor no pasara por la cárcel y pronto le soltaran y le devolvieran su pasaporte español.

De la experiencia de la Bienal de Venecia nacería una buena amistad entre Andreu Alfaro y Eduardo Arroyo. Una relación artística que confluyó posteriormente en la Bienal de Venecia de 1995, en cuyo pabellón oficial coincidirían juntos. Arroyo con 15 pinturas y Alfaro con 10 esculturas. Veinte años después de haberse conocido y participar en la muestra España: «Vanguardia Artista y Realidad Social» (1936-1976), ambos artistas expondrían en el pabellón oficial español.

En los ochenta, tras fijar su residencia en Madrid, mostraría su obra gráfica en el IVAM (1989), donde volvería a exponer pinturas y esculturas años más tarde (2008). De inicios de los ochenta es un viaje que Andreu Alfaro y Eduardo Arroyo hacen a Bogotá a ver a José Soler Vidal «Monjalés», artista exiliado desde1968 en tierras colombianas. Allí expondrían juntos los tres artistas en la Galería San Diego.

En la capital valenciana Eduardo Arroyo haría asimismo dos exposiciones importantes. Una en la Sala Parpalló (1986) que dirigía Artur Heras. Otra en el MuVIM sobre «Boxeo y Literatura» (2009), una iniciativa, al parecer de Carlos Pérez (1947-2013), coordinador de exposiciones de ese museo. El IVAM, además de obra gráfica de este artista — 233 grabados — tiene en su colección 9 pinturas importantes de Arroyo como «El regreso de Companys a Barcelona» (1970) o «La mujer del minero Pérez Martinez, llamada Tina» (1972).

Con el paso de los años y muestras personales en galerías como Tomás March, Punto y Rosalía Sender, el pintor Eduardo Arroyo fue estrechando sus relaciones con València. Una ciudad donde mantendría amistad, asimismo, con Carmen Alborch, siendo directora del IVAM o ministra de cultura.

Como tras el óbito del artista se está hablando, preferentemente, de sus relaciones con ciudades como Madrid, Paris o Roma, procedía rememorar sus vínculos artísticos y personales con la capital valenciana y algunos de sus protagonistas del mundo del arte : Alfaro, Renau o el Equipo Crónica.

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