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Monstruosidades de lo cotidiano

«Lo que más me gusta son los monstruos» es una de las obras más importantes que ha dado el cómic durante el siglo XXI

Monstruosidades de lo cotidiano

Todas las listas de «mejores del año» han coincidido en señalar Lo que más me gusta son los monstruos, de Emil Ferris (Rerservoir Books) como el mejor libro del 2018. Un atípico consenso, poco habitual en un medio con una diversa y fecunda riqueza de contenidos que hace complejo tal nivel de acuerdo. Pero la obra de Ferris tiene razones sobradas para provocar la sorpresa y la fascinación: la dibujante vivió una traumatizante peripecia vital que la llevó de ser una reconocida ilustradora y diseñadora de juguetes a tener que lidiar con una difícil enfermedad provocada por la picadura de un mosquito, que la dejó inválida y sin posibilidad de usar su mano derecha, la mano con la que dibujaba. Con coraje y voluntad, la dibujante trabajó para recuperar la movilidad y volver a dibujar, y decidió que la mejor manera de enfrentarse a esta titánica tarea era embarcarse en la realización de una novela gráfica.

Durante seis años, la dibujante fue creando una obra entre terapéutica y catártica, en la que la ficción se abre camino entre la dureza de la realidad para contar la historia de la pequeña Karen Reyes, una niña de 10 años que se cree una niña loba y es apasionada de los cómics de monstruos. Con la acción situada en los años 60, en el Chicago natal de la autora, la autora va creando una arriesgada historia coral, donde Karen se convierte en detective improvisada del extraño asesinato de su vecina Anka, una hermosa y misteriosa mujer que guarda su pasado en unas cintas grabadas.

En pequeñas libretas pautadas que recuerdan a los años escolares, Ferris fue dibujando con lápices y bolígrafo su primera novela gráfica, una historia que se va creando fragmentariamente, dando una apariencia caótica que pronto se hace natural, recordando ese extraño proceder de la memoria en la que los recuerdos llegan de forma sincopada, sin orden ni estructura. Pero ante los ojos del lector, lo que se va construyendo es una memoria, vital y coherente, construida a partir de los recuerdos de Karen, que irá exponiendo su pasión por los monstruos que pueblan la ficción de los cómics y el cine y, también, su descubrimiento de la monstruosidad de lo cotidiano.

Es fácil sospechar que las vivencias de la autora se van filtrando por las rendijas abiertas de la ficción; sus raíces sefarditas españolas, indígenas mejicanas e irlandesas van destilando esencias que dejan impronta en el ritmo narrativo, pero también en la exuberante labor gráfica de Ferris, que transita sin problemas entre el hiperrealismo más exquisito y la caricatura, absorbiendo como una esponja influencias reconocibles de la cultura popular y del arte, que se entrelazan e hibridan para crear un estilo único y personalísimo.

De Robert Crumb a Harry Potter, de los cómics de la EC a Jacques Tourneur, de los monstruos de la Universal a Jack Davis, la cultura popular crea un escenario de fondo sobre el que la historia real irá pasando, de los conflictos raciales y sociales del Chicago de los 60 al terrible relato del Holocausto que narra la desaparecida Anka. Pero siempre desde el diálogo de ficción y realidad, como esa voz grabada que se antoja como el relato de un fantasma imaginario que recuerda la verdad.

El relato de Karen continuará en una segunda entrega, todavía inédita, pero que no impide disfrutar totalmente de este primer volumen de Lo que más me gusta son los monstruos.

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