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La amenaza de la 'no libertad'

Doctorado en Oxford, catedrático de Historia en la Universidad de Yale y en el Instituto de Ciencias Humanas de Viena, Timothy Snyder ha ejercido como investigador en las universidades de Viena París, Varsovia y Harvard. Autor de Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin (2011) y Sobre la tiranía. Veinte lecciones para aprender del siglo XX (2017), es premio Hannah Arendt de Pensamiento Político y uno de los mayores expertos occidentales sobre la Europa Central y Oriental.

En el verano de 2011 leí, no sin experimentar fuertes emociones, el primero de los libros citados, el análisis de una «historia del asesinato político en masa» —con un balance de catorce millones de muertos— cometidos por nazis y soviéticos entre 1933 y 1945. El impacto mediático del Holocausto nos «impide ver la magnitud de otros planes» de exterminio —sostiene Snyder— que se llevaron a cabo por los mismos responsables en los años citados. La Guerra Fría secuela de la Segunda Guerra Mundial se prolongó hasta poco después de la caída del muro de Berlín en 1989, con el hundimiento del comunismo soviético. Sus consecuencias políticas, socio-económicas y efectos colaterales penetraron las ultimas décadas del siglo XX y la primera del siglo XXI.

Snyder nos hace conscientes en El camino hacia la no libertad (octubre 2018), tanto del sangriento legado del siglo XX como de la rapacidad de ciertos dirigentes políticos, como el ruso Vladimir Putin, el estadounidense Donald Trump y otros, que detentan —con probadas malas artes— la presidencia de potencias mundiales en relativa decadencia. Tal vez, impulsados en parte por esta causa, pero sobre todo por ambiciones personales y contando con la aquiescencia de poderes militares e industriales (reales y virtuales), están determinados a implantar y favorecer regímenes totalitarios de corte neofascista y nacional-populista.

En el caso concreto de Putin, el nuevo jefe y redentor de todas las Rusias, fue revestido por la propaganda política de una aureola mítico-religiosa, un a modo de neo-fascismo cristiano entreverado de metodologías soviéticas. Se reverdeció en provecho propio y de sus élites aliadas la periclitada filosofía política de Iván Ilyn. Para Putin ex dirigente del KGB siguen vigentes la idea de que una élite disciplinada capaz de conquistar el poder, se hace acreedora y garante del mismo y, por ende, de su conservación con la elevada misión (desempolvada del armario leninista) de «hacer avanzar la historia».

Adaptando esta doctrina a las formas democráticas, Vladimir Putin y los suyos no solo han acumulado «inmensas riquezas por encima de lo legal» sino que han retomado el pensamiento filosófico de Iván Ilyn, contemporáneo de Vladimir Ilich «Lenin» (a quién despreciaba) pero de quien recibía sustento ideológico. Ilyn no tardó en pasar de la revolución a la contra-revolución para defender de manera violenta, al mejor estilo estalinista, la gran patria rusa de «la contagiosa perversidad de la cultura occidental» Perversidad fijada, en lo esencial, en la sexualidad. En el El camino hacia la no libertad, Snyder no se limita a citar, constatar y ordenar estos hechos sino que nos conduce por medio el análisis histórico y político hacía las necesarias pautas de reflexión y espíritu críticos para entender este proceso.

Tanto la política de la inevitabilidad por la que los dirigentes soviéticos resultaban intocables para propios y extraños; como la política de los hechos consumados y del ensimismamiento a través de los juguetes electrónicos y redes sociales, que facilitaron el triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses, son objeto de análisis por parte de Snyder.

Con el final de la guerra mundial, las élites soviéticas fabricaron el mito de la política de la eternidad para mantener y consolidar su poder. Es decir (y en ello hay mucho de la filosofía de Ilyn) lo inevitable se debía convertir en eterno y, así se hizo. La caída y hundimiento del muro y del Imperio iban acompañadas en tiempos de incertidumbre por sangrientas guerras y represalias internas en Ucrania, Chechenia, etcétera. Se precisaba un cambio para abrir paso a una nueva clase política surgida al calor de las banderas del nacionalismo ruso y panruso, en pos de una Reconquista del poder para recuperar glorias y grandezas pasadas.

Un discurso que en estos momentos en España desde la irrupción de la formación ultraderechista Vox, y en Europa, desde las pretensiones de buena parte de los británicos por hacer realidad el Brexit frente a la Unión Europea, resulta ya familiar. Un discurso viejo que juega de atacante en las instancias mundiales que se han propuesto la reconquista de los viejos valores, símbolos, banderas y por que no, de las antiguas posesiones. El nacional-populismo está en boga y adquiere escaños en los más variados sistemas democráticos.

Estamos ante un libro inmenso, que con apoyatura a través de mapas de las zonas mundiales en conflicto explica los grandes retos que tienen ante si las democracias occidentales si quieren supervivir con dignidad y hacer frente a los graves problemas ocasionados por las desigualdades, las migraciones, el creciente peligro de un armamentismo sin controles y la súper explotación económica de viejas y nuevas fuentes de energía frente al desafío del «cambio climático»...

Snyder explica la guerra cibernética desatada por Putin para sembrar el caos en los Estados Unidos. Labor destructiva que se vio favorecida por las desigualdades existentes en este país. El ascenso de Trump se debió como ya parece obvio a estos ciberataques. «Durante todo 2016, las élites rusas dijeron con una sonrisa que: Trump es nuestro presidente». Putin y su policía secreta exsoviética, manipularon millones de datos para conseguir que a través del histriónico «empresario de éxito» Donald Trump, la confusión estuviese servida. Y lo consiguieron.

Así pues el camino a la no libertad, para Snyder, es el paso de la política de inevitabilidad a la política de la eternidad, que la Rusia de Putin sigue desde hace tiempo ocupándose también, de introducir entre los estadounidenses, vulnerables a la política de la eternidad, por sus crecientes debilidades y desigualdades.

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