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Viñetas

Esperanzas perturbadoras

Quién sabe si las tres obras de las que hablamos hoy aparecen en este mes por coincidir en su durísima naturaleza temática o, simplemente, por coincidencia de los hados más taciturnos

Esperanzas perturbadoras

Septiembre viene acompañado casi siempre de un halo oscuro, quizás porque la obligada vuelta a la rutina tras la parada canicular infunde una atmósfera depresiva en el ambiente. Quién sabe si las tres obras de las que hablamos hoy aparecen en este mes por coincidir en su durísima naturaleza temática o, simplemente, por coincidencia de los hados más taciturnos.

Abro fuego con Malas compañías, de la coreana Ancco (Astiberri), un recorrido sin piedad por una adolescencia que entiende la violencia como una forma de relación aceptada, asumida con resignación. Con una crudeza demoledora, la autora va narrando la amista entre JinJu y Jung-Ae sin escatimar los peores momentos, pero sin caer en ningún discurso moralista: es un pasado que no se puede cambiar, que retrata una realidad, no es una lección a aprender. Es, simplemente, la vida.

No se queda atrás en aspereza Bezimena, de Nina Bunjevac (Reservoir Books). La autora de la aclamada Patria decide en esta obra tomar un espinoso camino, que le lleva a intentar introducirse en la perturbada mente de un violador. Un tema que no puede ser abordado desde ninguna perspectiva sin riesgo, por lo que Bunjevac opta por una atrevida alternativa: traducir los trastornados pensamientos del protagonista Benny en un cuento. Un relato que toma forma recordando a los libros infantiles ilustrados, con grandes dibujos a toda página, exquisitamente detallados, con apenas unas líneas de texto, que retomarán lejanamente el mito de Artemisa y Sipretes. Una estrategia que logra un resultado tan sorprendente como eficaz: la arquitectura del cuento desnuda completamente el relato y lo despoja de cualquier aditamento, se queda en una esencia que resulta angustiosamente reveladora. La visión trastocada y endulzada de la realidad a través de los ojos de Benny va dejando espacio a una dramática realidad, que se escurre a través de las grietas de ese cuento que ha creado el protagonista en su interpretación dislocada. Y el problema es que, cuando llegamos a ese punto, somos conscientes de que hemos estado al lado del agresor todo el lado. Que, como en la realidad, el monstruo estaba ahí y formamos parte de una sociedad que lo ha consentido y, quizás, alentado con un machismo cuyo relato transformaba la realidad en un cuento de hadas sumisas.

Aunque quizás, exista una pequeña esperanza, pese a todo. Esta frase es precisamente el título elegido por Émile Bravo para continuar su reconocida y extraordinaria El diario de un ingenio. Su aproximación realista a uno de los iconos de la historieta francobelga, Spirou, sigue cronológicamente donde acabó aquel álbum y Spirou. La esperanza pese a todo (Dibbuks) es un relato de la Bélgica ocupada por los nazis, del descubrimiento de la terrible realidad que escondía la locura hitleriana. Bravo es un autor que aborda todas sus obras desde un inteligente reto al lector, conjugando el respeto total a la creación de Rob-Vel que popularizara Franquin con una profunda reflexión sobre el belicismo, la intolerancia y una sociedad que se deja llevar por las proclamas demagógicas, desde la visión de un joven que deja atrás su infancia en un entorno traumático. Sin renunciar, también, a reflexionar desde la ironía sobre el papel del héroe en las ficciones, dando una lección de desarrollo psicológico del personaje, consciente de la cuarta pared que le separa de un lector que conoce perfectamente la trayectoria que le ha llevado a icono (con no pocas puyas a su eterno contrincante Tintín) y que el autor parodiará acertadamente con un diálogo entre Fantasio y Spirou: «Amigo mío, si somos célebres en el futuro, con tu traje serás el héroe más ridículo de todos».

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