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Cómic

De Isa a Klervi

Veíamos en TOTEM o 1984 auténticos objetos de deseo que, ya en nuestras manos, fueron puertas abiertas a una madurez anticipada

De Isa a Klervi

Allá por el final de los 70 y los primeros 80, muchos descubrimos que los tebeos eran algo más que un entretenimiento infantil. Por esas fechas, los quioscos comenzaron a traernos revistas de «cómics para adultos» que lo cambiaban todo. Y los que estábamos en esa edad en la que queríamos ser mayores, veíamos en TOTEM o 1984 auténticos objetos de deseo que, ya en nuestras manos, fueron puertas abiertas a una madurez anticipada, acompañados de los Corto Maltés, Alack Sinner o Valentina, que nos llenaban de argumentos para defender el arte del cómic. Muchas fueron las series que en aquella época se podían destacar, pero hay una que a mí me impactó especialmente: Los pasajeros del viento. La obra de François Bourgeon apareció en la colección Vértigo de Nueva Frontera, subtitulada como Las aventuras de Isa y anunciada como un cómic de corte histórico. Pero era mucho más: las aventuras de la joven Isabel de Mamaye, deslenguada, atrevida y libre, era una aventura canónica en su apariencia, con ecos de Conrad y Stevenson en una epopeya que la llevaba a enfrentarse contra los barcos esclavistas de finales del XVIII. Pero el relato de la joven Isa era un discurso de libertad incontenible, que crecía a golpe de enfrentamiento contra todo lo establecido. Bourgeon construía su historia empujado por su talento gráfico, con un precioso naturalismo acompañado de una minuciosa rigurosidad histórica y, sobre todo, de un desarrollo psicológico de los personajes apasionante y pocas veces visto: Mary, Auan, Inés, Höel e Isa estaban vivos y supuraban energía por cada trazo, arrastrados por una protagonista que rompía moldes y se enfrentaba al machismo más cerril reivindicando libertad e igualdad. Una obra magistral que, muchos años después, tuvo una esperada continuación en La niña de Bois-Caïman. Por desgracia, Bourgeon parecía continuar su famosa creación más por imperativo comercial que por necesidad, y las aventuras de la joven Zabo, bisnieta de Isa, eran un remedo de la anterior saga que caía en cierta morosidad repetitiva. El que tuvo, retuvo, claro, pero la lectura de esta segunda saga era vivir un déjà vu continuado que no aportaba nada a la serie, por lo que el anuncio de una tercera saga de aventuras, lo reconozco, me produjo más tristeza que emoción.

Pero qué bueno es equivocarse, oigan: lógicamente caí, por mucha prevención que tuviera, en la lectura de la primera entrega La sangre de las cerezas 1. Calle de L'Abreuvoir (Astiberri), y la sorpresa inicial dejó paso a una cautivadora adicción. Porque Bourgeon evitaba por completo caer en la tentación de repetir esquemas llevando a Zabo al final del siglo XIX parisino, en pleno alzamiento de la Comuna de París. La ambientación exótica daba paso a una atmósfera urbana y dickensiana, en el que la búsqueda de la libertad vuelve a ser el gran leitmotiv de la serie. Pero Bourgeon aporta mucho más: el minucioso análisis histórico sirve para el autor para plantear un obvio paralelismo entre aquel momento histórico y el actual, en esa transición entre la ilusión y la decepción que se encuentra el pueblo en momentos clave de la historia, retomando la historia de la Comuna donde la dejó Jacques Tardi en El grito del pueblo. Y, de nuevo, el protagonismo femenino fundamental en cualquier obra de Bourgeon, que pasa a una Klervi que, en cierta manera, retoma el descaro e insumisión de Isa y lo potencia y actualiza con un discurso que mantiene su esencia per que ha sabido actualizarse a los nuevos tiempos.

Una lectura necesaria, que puede ser leída de forma independiente a las anteriores entregas (que están exquisitamente editadas también por Astiberri).

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