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El espía de Franco que mató Orson Welles

La dictadura de Franco no solo fue larga, también especialmente viscosa. Duró cuarenta años, y además marcó la transición con la omnipresencia de los entonces llamados eufemísticamente «poderes fácticos». El hecho de que hasta hace muy poco el cadáver del dictador haya permanecido encumbrado en el gigantesco mausoleo del Valle de los Caídos, e incluso el que su traslado haya generado polémica son indicios de lo difícil que aún, 44 años después de su muerte, es limpiar el sucio, oscuro y pegajoso poso de franquismo que sigue enturbiando la vida pública española.

Además de una feroz represión, con fusilamientos masivos durante la posguerra, la dictadura implantó una censura generalizada que llegaba a los medios de comunicación, los libros y el cine. Conocidos son casos especialmente chuscos, como el del matrimonio convertido en hermanos por obra y gracia del doblaje franquista en Mogambo (1953, John Ford), o las escenas de besos y abrazos especialmente efusivos amputados en numerosas películas. En muchos casos encontramos ahora fragmentos que súbitamente aparecen en inglés subtitulado en una versión doblada porque han sido recuperados.

Pero en otros la censura ha pasado más inadvertida. Ocurre en la magistral La dama de Shanghái (1947, Orson Welles), que se sigue ofreciendo habitualmente con el doblaje de la censura franquista. Confieso que lo descubrí hace poco al decidirme por la versión original, después de incontables ocasiones de haberla visto doblada. El marinero Michael O'Hara (Orson Welles) ha sido reclutado por el abogado Arthur Bannister (Everett Sloane) para pilotar su yate. Es de noche y se encuentra al timón cuando el también abogado George Grisby (Glenn Anders) asegura que Bannister le ha dicho que O'Hara mató a un hombre y le pregunta dónde ocurrió. «En Murcia», responde sin dudar el marinero. Esas palabras me pusieron inmediatamente en guardia: nunca las había oído en la versión doblada. «Era un espía de Franco. Había guerra en aquellos momentos», dice O'Hara/Welles cuando el abogado sugiere que lo hizo por divertirse. «¿Le importaría matar a otro hombre?», pregunta Grisby. «Mataría a otro espía de Franco», repone resuelto un sereno marinero con la mirada perdida en la lejanía.

En la versión doblada, efectivamente figura el diálogo. Cortarlo habría impedido que se entendiese bien la trama, ya que el interés del abogado por la relación entre O'Hara y el asesinato estriba en que desea que el marinero confiese que lo ha asesinado para desaparecer y cobrar un cuantioso seguro de vida. Pero la ciudad no es Murcia, sino Trípoli, y hay espías y guerra, aunque no se especifica cuál. Orson Welles, víctima intelectual del franquismo que se resiste a desaparecer.

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