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Primeros pasos de este singular proyecto con una muestra no menos singular en la que la materia se tensa entre el material reconstituido y el objeto encontrado

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Siempre es bienvenida la apertura de un nuevo espacio no sólo cultural/expositivo (también es estudio), máxime cuando este lugar no sólo reviste algunas singularidades ajenas a las de galerías de arte o centros institucionales, sino que además ofrece unos platos tan sabrosos como la muestra que ahora nos ocupa. David Bestué (Barcelona, 1980) es un joven artista con una sólida trayectoria profesional que no ha dudado en participar en este emergente proyecto. Su nombre, Pols, conjura esa molesta materia doméstica asociada al abandono, la falta de limpieza o el paso del tiempo€ pero también cargada en su inmaterialidad de resonancias duchampianas.

La singular estructura del lugar (un alargado zigzag ortogonal que termina en una zona cuadrangular con una escalera) acoge una veintena larga de piezas (agrupaciones de piezas) de un marcado carácter relacional que requieren una observación atenta y un recorrido lento para ir detectando el complejo juego de conexiones que D. Bestué ha ido entretejiendo espacio-temporalmente. Las piezas has sido concebidas exprofeso para la ocasión, lo que se hace evidente en la ubicación, en los objetos elegidos, en los guiños y las complicidades que surgen entre obras y espacio y espectador.

Hay un interés muy profundo por el material, por la materia que se muestra bien bajo la forma de diferentes objetos encontrados y manipulados (puertas, cajones, rejillas, redes, pedazos de cerámica, fragmentos decorativos€). Bien reducida a polvo, mezclada con resina, vertida en moldes que adoptan de nuevo formas unas veces geométricas como esferas y prismas rectangulares, otras veces, formas de nuevo objetuales como ruedas, tabla, vasija con tapa, mesa. Estos vaciados, de naranja, limón, verduras, sardinas, huesos€ son huellas tridimensionales cargadas de memoria, de recuerdos, de resonancias, de evocaciones, en última instancia, de tiempo sólido, vivido, sentido, soñado, pensado, pesado.

Hay una voluntad clara por conectarlo todo, por mostrarlo todo desde la fragmentación y el diálogo entre las partes entre sí y de cada una de ellas con su conjunto. Desde esta perspectiva insistentemente relacional, resulta especialmente elocuente la presencia de diferentes tipos de retículas; desde las más elásticas y adaptables de diversas mallas, hasta rígidas estructuras metálicas, pasando por finísimas pantallas serigráficas (cuya trama no es percibida por el ojo, pero cuyos resultados impresos inciden de nuevo en evidentes tipos de estructuras reticulares). Cedazos por los que se filtra la materia sólo mediante algún tipo de acción directa que necesariamente transcurre en el tiempo.

Pero Bestué, sus obras, no solo se desenvuelven en esa órbita de la imaginación material activadora de la memoria, también se muestran directamente cargadas de buenas dosis de humor bien construyendo diminutos elementos funcionales a escala gigante (bisagra y llave); bien conjugando delicadamente formas, objetos, materias, olores€ Contrapunto inteligente y dinámico que nos invita a reflexionar sobre cuestiones universales partiendo de casos muy particulares. Y todo ello, sin perder nunca la sonrisa.

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