Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Viotti o la comunicación

Era el 29 de febrero; es decir, hace cosa de un par de semanas, cuando todavía no se había extendido la psicosis colectiva -fundada, sin duda- a causa del coronavirus, que ya ha empezado a impulsar la suspensión de actividades culturales en varios países de Europa. El director suizo Lorenzo Viotti dirigía la Filarmónica de Berlín en la Philharmonie de la capital alemana, un concierto que tuve la fortuna de ver y escuchar en directo a través del Digital Concert Hall.

No era Viotti quien estaba anunciado en esa fecha, sino el canadiense Yannick Nézet-Seguin, titular de la Orquesta de Filadelfia y de la Metropolitan Opera de Nueva York. Una indisposición de este propició el debut del primero, quien con ello puso los pies por primera vez en el podio de tan destacados titulares com Nikisch, Furtwängler, Karajan, Abbado y Rattle. Y lo hizo pocos días antes de cumplir su 30º cumpleaños, que será mañana para quien lea este artículo el día de su publicación.

Hay ejemplos célebres de grandes músicos que iniciaron estelares carreras a partir de una sustitución imprevista. Arturo Toscanini, violonchelista de una compañía de ópera itinerante, hubo de hacerse cargo de la dirección de Aida de Verdi en Rio de Janeiro en 1886, cuando contaba solo 19 años. Allí nació uno de los más importantes directores de orquesta, que marcó un estilo inconfundible por la precisión y el respeto estricto a la partitura. Montserrat Caballé dio el salto a la fama que la acompañó hasta su muy reciente desaparición al tener que sustituir a Marilyn Horne en 1956 en el Carnegie Hall de Nueva York como Lucrecia Borgia, en la ópera de Donizetti.

Viotti ofreció el día de su debut ante los filarmónicos berlineses, junto con la soprano checa Elina Garanca y tres coros berlineses, una impresionante e intensamente expresiva versión de la Tercera sinfonía de Gustav Mahler. El éxito fue tan indiscutible, los aplausos y los bravo tan insistentes, que aún debió salir a corresponder a las ovaciones del público puesto en pie cuando ya orquesta y coro habían abandonado el escenario.

Con ser importante dirigir por primera vez un conjunto sinfónico del renombre del berlinés, no se puede decir tampoco que Viotti haya iniciado con ello su importante carrera internacional. A pesar de su juventud, hace ya años que goza de reconocido prestigio y que dirige importantes orquestas en Europa y América. Con solo 23 años ganó el primer premio en el Concurso de Dirección de Orquesta de Cadaqués y en la actualidad es director de la Orquesta Gulbenkian de Lisboa y de la Ópera de Ámsterdam.

En dos ocasiones ha dirigido la Orquesta de València, la primera en mayo de 2016 y la segunda en enero de 2018, cuando ofreció una versión deslumbrante de La consagración de la primavera de Stravinski, muy distinta pero tan interesante como la que hace unos días dirigió Gustavo Gimeno a la Orquestra de la Comunitat Valenciana en el Palau de les Arts de Valencia.

La de Lorenzo Viotti parece que será una muy importante carrera. Posee buena figura, gesto claro y conocimiento profundo de las partituras. Pero además cuenta con un elemento decisivo que solo unos pocos poseen: la capacidad de crear una intangible comunicación con la orquesta y con el público. La labor del director no es solo técnica, incluye una relación humana con la orquesta, que Viotti cultiva. Los directores que se encierran en la altivez y la distancia, y desgraciadamente hay destacados ejemplos, no hacen sino crear un muro invisible que acaba imposibilitando su principal función: expresar con la música.

Compartir el artículo

stats