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Viñetas raras

Minimalismo

Minimalismo

A finales de los 70, el cómic se hizo adulto en España de golpe. Bebió los vientos de renovación que venían de la bande dessinée francesa y se nutrió del underground americano en un pantagruélico festín de libertad política y creativa, plasmado en un momento de esplendor del cómic autoral en las múltiples revistas de cómic que llegaban a los quioscos. Pero menos de una década después, las revistas fueron devoradas por una tormenta perfecta que aunaba los cambios en los hábitos de consumo, el aumento de la oferta cultural y de ocio y, también, los propios excesos de la industria del cómic (no olviden cuando esto acabe acudir a su librería favorita para hacerse con Las revistas como escuela de vida. Diálogos sobre el cómic adulto (1985-2005), de Julio A. Gracia, editada por Grafikalismos). El formato revista parecía condenado, pero encontró un espacio de resiliencia en los fanzines, donde brilló de nuevo durante los años 90 y el principio del nuevo milenio, con experiencias tan singulares como Medios Revueltos, NSLM, Idiota y diminuto o TOS, y que se ha reinventado con fuerza gracias a la explosión del fanzinismo y la autoedición que vivimos en la última década. Un buen ejemplo de esta fuerza es el fanzine Color Carne, un proyecto dirigido por Cristian Pineda y Jaume Pallardó que, en sus cinco números de vida, ha aglutinado a su alrededor autores y autoras tan interesantes como Ana Alonso, Nuria Tamarit, Pau Valls, Carlos Hebles, Aitana Carrasco, César Sebastián, Elias Taño, Amélia Navarro, Victor Puchalski, Laura Pérez o Nadia Hafid, por solo citar algunos de una extensa lista que define lo mejor de una joven generación creativa. Los fanzines como Color Carne son hoy espacios de libertad y experimentación, pero también de formación, que el noveno arte está recuperando con fuerza como mascarón de proa de nuevas tendencias y caminos que, posiblemente, sean asimilados posteriormente por la industria.

Uno de los autores más interesantes de esa generación es el alcoyano Pau Valls, curtido en el fanzinismo en historietas cortas que se pueden leer en su página web (https://pauvalls.net) y que se ha hecho también indispensable del cómic infantil valenciano gracias a sus colaboraciones en la revista CAMACUC con la serie Joan Fort, una divertidísima versión patria del Josechu el Vasco del TBO, en el que el dibujante demuestra su habilidad para la historia sencilla basado en un minimalismo gráfico tan atractivo como eficaz. Valls exhibe su gusto por una historieta costumbrista que esconde elementos inesperados y que incluso llega a provocar cierta desazón e inquietud en el lector, armada con esa arquitectura mínima que encuentra un correlato muy evidente con el dirty realism de Raymond Carver. El autor acaba de autopublicar en internet Big foot (https://pauvalls.net/downloads/bigfoot-edicion-digital/), su primera obra larga, extendiendo a la perfección su estilo a un relato de vidas cruzadas en el que el lector actúa como un discreto voyeur de interacciones sugeridas. Personas que coinciden en momentos de sus vidas de forma anónima, pero creando extraños efectos mariposa que revolotean y se manifiestan de la manera más inesperada, quizás de la más inoportuna. Encuentros que nos hacen ver a ese desconocido que pasa a nuestro lado por la calle de otra manera, pensando en los efectos que ese fugaz contacto entre dos líneas de vida, ese momento en el que hemos compartido unos microsegundos de existencia€ ¿podría afectar a nuestro destino? La propuesta de Big Foot es ante todo una puerta abierta a que el lector siga estirando del hilo de los personajes, imaginando cuáles serán los siguientes pasos, abandonando la guía de un autor que se retira discretamente para que seamos nosotros los creadores.

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