Si algo sabe hacer bien Steve Anderson es intuir las tendencias. Abrió el Seu Xerea cuando en València aún nadie había oído hablar de la cocina fusión y se convirtió en un referente de la modernidad valenciana de finales de siglo. Steve cerró aquel restaurante porque «había dejado de ser actual». Ese tipo de oferta que un día parecía novedoso se popularizó demasiado situándose en un horizonte de precios cada vez más bajo. Mientras, el Seu Xerea se iba gourmetizando progresivamente. Abrió entonces el Ma Khin Café, convencido de que lo que buscaba la gente ya no era fusión sino genuina cocina asiática. Dió en el clavo y València volcó su vida social sobre él. Ahora, con la vida resuelta y las ambiciones colmadas, se lanza de nuevo a descubrirnos la cocina de la otra orilla del mediterráneo. En Baalbec recorre las cocinas del este del Mare Nostrum. Platos de Grecia, Turquía o Líbano se dan aquí la mano intentando reproducir cada receta respetando al máximo la personalidad del origen.

La comida empieza con una sucesión de aperitivos al centro. Todos son vegetales y algunos muy buenos, otros sólo previsibles. Me gustaron mucho los encurtidos, especialmente la remolacha, que prepara con anís estrellado y canela. También la croqueta de calabacín con melaza de dátil o la halloumi a la plancha (un queso típico de Grecia elaborado con tres leches de textura magra). No tanto la coliflor asada con chili, pistachos y perejil.

Muchos de los platos justifican su existencia más en las salsas y los aliños que en el propio producto. Ocurre por ejemplo con el rodaballo que se sirve con una Bougiordi. Se trata de una salsa griega preparada con tomates, queso feta y pastirma (una chacina parecida a nuestra cecina de vaca). El rodaballo no me entusiasmó, pero me hubiera llevado la salsa a casa si hubiera tenido un táper. Lo mismo ocurre con la codorniz baharat, que resulta prescindible comparada con la ensalada de ruibarbo y remolacha que la escolta.

Baalbec enmarca la propuesta en las cocinas informales. Mantel de papel, mobiliario austero, muchos platos para compartir, servicio joven y cercano€ Hay carta, pero los precios del menú están tan ajustados que prácticamente todo el mundo opta por ellos. El de mediodía cuesta 17 euros y propone unos mezzes para compartir y un plato principal a elegir. El de la noche, con cinco aperitivos, pescado y carne, cuesta 25 euros. Además, te permiten cambiar los platos del menú por otros de la carta si los prefieres.

Si enmarcamos Baalbec en ese nicho de mercado de la cocina informal de precio cómodo, resulta una opción a tener en cuenta. No se come mal, el servicio da buen rollo y el precio suena a ganga.