Octavia es uno de los restaurantes más bonitos de la C. Valenciana. Varias hectáreas de terreno que incluyen una gran casa señorial, un huerto propio y un enorme jardín salpicado de mesas. Un regalo para las noches de verano a tan sólo veinte minutos de la ciudad. Los propietarios son Marta Saus y Alberto Barobier. Él llego a España con el boom de la America's Cup como proa del Oracle. Compraron la finca como residencia particular pero por avatares de la vida acabaron convirtiéndola en restaurante. Sufrieron los tropiezos con los que suelen encontrarse los recien llegados al sector, pero Marta tiene garra y aguantó el tipo. Empezaron con el típico asesor que construye cartas y maneja los equipos a distancia. Una fórmula utópica que nunca funciona. Por suerte, se les cruzó en su camino Antón Cañellas, un cocinero con mucho horas de vuelo. Antón fue jefe de cocina en el hotel Hospes Palau de La Mar. Es un tipo con coraje. Un currante que sabe asumir compromisos y sacar la faena adelante sin dejar de poner su puntito de carácter en cada plato. Llegó Antón, y con él casi todo el equipo con el que ha trabajado durante años. Buena señal.

Casi toda la carta gira en torno a la parrilla y el huerto. Porque aquí hay un huerto de verdad. Me han engañado tantas veces con el rollito «tomates de nuestro huerto» que he acabado por desconfiar. Pero basta con rodear el patio trasero de Octavia para encontrarse con varias hectáreas en producción. La cocina de Octavia es muy honesta. Los platos pueden estar mejor o pero acabados, pero nunca intentan engañar a nadie. Optan por el mejor producto posible y, en torno a él, construyen una cocina sencilla pero gustosa. Carnes de Vacum (uno de los carniceros con más prestigios de la península), salazones caseros, pescados de lonja€ Hay gracia y tino en los entrantes. Me gustó mucho su ensaladilla (que se adereza con un toque de comino y una ventresca de bonito muy buena), su esgarraet y la cocoa de titaina. Cocina sin complicaciones llamada a seducir sin necesidad de sorprender. Sin embargo, en cocina deberían de prestar más tino en el acabado de algunos platos. Me hubiera encantado que el aliño del steak tartare me dejara percibir el sabor de esa magnífica carne y que un punto de sal excesivo no hubiera arruinado el foie en salazón (un plato que Antón debería repensarse porque ni la vieira funciona con el foie ni el guiso de mango que lo acompaña sabe a fruta).

Los postres tienen chispa y buena mano, pero bajando un poco el punto de azúcar ganarían enteros.

Octavia es un regalo para el urbanita que busca desconectar de la urbe. Un espacio idílico que se abre desde las 9:30 para servir desayunos y aguanta el tipo hasta entrada la madrugada. Pensando en las familias, un grupo de animadores profesionales atienden a los niños desde las 13.30 del mediodía. Para las noches, el público adulto no necesita más animación que la brisa de ese formidable jardín.