Begoña Rodrigo exporta Nómada. Abrió el original en el centro comercial Bonaire hace ahora unos años. Lo visité nada más inaugurarlo. Dos veces. Me encantó. Escribí bien de él, pero no volví nunca. Los centros comerciales no me seducen lo más mínimo y, pese a que me acordaba con frecuencia de aquél fabuloso sandwich de pastrami, me venció siempre la pereza. Nómada pedía a gritos una nueva ubicación que lo hiciera más accesible al aficionado. En esta ocasión, Begoña llega de la mano de un socio inversor, pero vive el negocio en primera persona. En esta primera visita la encontré entregada al servicio, como una camarera más, sacando platos y apagando los pequeños fuegos que, inevitablemente, sobrevienen en una apertura.

Nómada navega con soltura por las cocinas de todo el planeta. Begoña pica de aquí y de allá, sin una voluntad de crear fusión, solo apropiándose de ideas o ingredientes que le ayuden a conformar esa comida golosa capaz de ganarse a todos los públicos. Si cree que un poco de menta y espirulina pueden hacer más sabroso un humus los añade sin complejos. Resultan especialmente interesantes los entrantes. Tienen chispa, gracia y, además, están muy bien ejecutados. La coca de aceite (que se ofrece con diferentes rellenos) es fina y crujiente, y su pita «koreana» tiene un aliño adictivo que te obliga a acabarla a pesar de su tamaño. También interesan las guarniciones, como sus cachelos de boniato o su patata nómada (asada y frita).

Esa misma tónica de sabores golosos se repite en los platos principales. Mantienen el interés, incluso la curiosidad del comensal y, lo más importante, están muy buenos. Son platos relativamente sencillos, sin grandes alardes creativos. Y ahí está el éxito de la propuesta. Begoña deja los retos y las reflexiones para La Salita. Aquí nos permite abandonarnos en recetas de sabores fáciles como su costilla tahi con noodles o el pollo indonesio (frito y lacado en tamarindo). Carnes muy ricas que, lástima, resultan un poco secas al paladar. Todo lo contrario ocurre con el «pescao», una corvina adobada y frita que queda crujiente por fuera y jugosa por dentro.

Nómada ofrece una carta completa de licuados: jengibre, limón, manzana y cúrcuma€aguacate, espinaca, piña, manazana y lima. Son combinaciones interesantes e incluso atrevidas que tendrían más sabor si estuvieran un poco menos aguadas.

Es necesario advertir que las raciones son más que generosas. Cualquiera de los principales, e incluso cualquiera de las entradas, podrían servir como una comida ligera. Dos de ellos saciarán el apetito del más glotón.

Nómada ofrece una comida amable y resultona. No plantea retos pero regala felicidad. No creo que nadie pueda decir que no le gusta la ensalada de falafel o ese fabuloso sandwich de pastrami. Con Nómada Urban Begoña no ganará una estrella, pero hará feliz al gran público que encontrará aquí una comida informal con mucha calidad a un precio muy razonable.