Los genios no son de este mundo. O por lo menos no están sujetos a nuestras normas. No creo que Jordi Morera sea un genio, pero sí un artista que vive la vida y su oficio de una manera muy personal. Si Jordi se hubiera ceñido al guion con el que los cocineros suelen escribir sus biografías hoy tendría un restaurante consolidado, y sin duda estaría muy arriba en las listas y guías. Pero se encuentra aquí, a sus 48 años, abriendo una taberna informal, en un local modesto y sin equipo. No es una derrota sino una opción de vida. A Jordi Morera lo hemos visto levantar grandes restaurantes y luego hemos llorado su partida cuando, pocos años después, decidía cambiar de rumbo para volver a empezar de cero.

Ca Morera es un restaurante minúsculo. Apenas 40 metros de comedor donde se acomodan 20 comensales en mesas altas. No reservan, tampoco hay copas de sobremesa, ni refrescos edulcorados. Una propuesta planteada con valentía que otorga personalidad al restaurante al mismo tiempo que permite disfrutar de una gran cocina a precios muy razonables.

Jordi milita en esa línea en la que identificamos a cocineros como Miquel Ruiz o Julio. Esa que se inspira en el recetario tradicional valenciano para darle formas contemporáneas. Juega con nuestras recetas y productos con una naturalidad extraordinaria. Plantea grandes platos pero los presenta de una manera muy informal, como si estuviera obsesionado por quitar gravedad a la comida con la intención de que la receta no secuestre ese ambiente de felicidad y despreocupación que busca para su restaurante. Platos como sus sepionets amb sang en ceba o la crema de berenjena con bonito en salazón, ventresca en escabeche y pulpo lucirían con éxito en el mantel de lino del restaurante más pintado. La carta es breve y muy dinámica. Jordi visita el mercado cada mañana antes de las ocho. Según lo que encuentre, cocina de manera que uno puede visitar el restaurante dos días seguidos y no repetir plato. Donde hoy había unas cocas de dacsa con guacamole y gamba roja macerada en limón, mañana podemos encontrar unas alcachofas con turrón y foie o una torrija de boletus con brandada de bacalao.

En Ca Morera el café no se toma en la mesa, sino en la terraza del Café Lisboa (a escasos 100 metros del restaurante). Suena raro, y al principio fastidia, pero sentado bajo la olivera del Lisboa agradeces que Jordi no tenga cafetera porque no es mal sitio para estirar la sobremesa. De esta manera el Lisboa se convierte en algo así, como esa terraza de los restaurantes pijos donde el maitrê sirve los petit fours.