Entonces, la cosa es que te levantas con las primeras luces del día y decides darte un saludable paseo por la playa. La brisa te acaricia la cara y a pecho descubierto aspiras aire limpio. Los pies sienten el agua fresca y la arena te lima las duricias entre conchitas y espuma blanca, cuando de repente: ay, ay ay, algo te has clavado en el dedo gordo; caes redondo sobre la arena te miras el pie y descubres un anzuelo, ¿Un anzuelo? Pues sí. ¡Que alguien me ayude! pasa otro como tú que también le gusta la vida saludable y te atiende. Tranquilo no se mueva, a ver si se lo puedo quitar. Con los perros no es tan fácil, sobre todo cuando lo ha mordido oliendo el gusanito y se les ha clavado en el paladar o la garganta. No es algo aislado que hayan anzuelos olvidados entre la arena por descuido. ¿Y a quién le pides responsabilidades? Una de las visitas al veterinario más común en verano, es por este motivo. Me sorprenden las prohibiciones y las multas por seguridad, para poder pasear con tu perro por una playa a no ser que sea exclusivamente canina, pero te puedas clavar un anzuelo. Los animales dan amor y cariño a sus dueños y brindan alegría al resto. Reencuentran a compañeros de trabajo enfadados, acercan a gente solitaria y arrancan risotadas sin necesidad de contar buenos chistes. Verlos en cualquier playa nos acercaría a todos haciendo de salvo conducto ya que no nos podemos tocar. Tanta censura se me asemeja a película de ciencia ficción donde el humano ha olvidado que tiene alma.