La Raíz fue una supernova musical, una estrella que murió con una gran explosión (su último concierto en la Marina de València reunió a más de 20.000 personas) pero de cuyos restos han surgido tres propuestas musicales con un discurso propio e interesante: Ciudad Jara, Nativa y Valira. Esta última es la banda del guitarrista Juan Zanza, junto a Ferdy Borja, Gabi Pellicer y Carlos Benavent. En 2019 apareció Ecos de aventura, un primer disco cuyas coordenadas -contundencia con remansos de paz, introspección en las letras y atrevimientos electrónicos- quedan afinadas en su nuevo álbum, llamado precisamente Supernova (Propaganda Pel Fet!, 21).

Tras publicar «Ecos de aventura» 2020 tendría que haber sido vuestro año de consolidación. ¿La pandemia os ha trastocado los planes?

Cuando salió el disco en 2019 tuvimos la suerte de hacer unos cuantos conciertos y festivales muy chulos. 2020 era un año clave para crecer y se venían cosas muy chulas que hubo que aplazar por la pandemia. Pero no queríamos parar y había gente que nos pedía más material, así que decidimos hacer música de la única forma en la que podíamos: entrando en un estudio y grabando.

Ese disco vino con la expectativa del «a ver qué hace el guitarrista de La Raíz». ¿Ahora que ya no existe esa expectativa es todo más fácil o más complicado?

En el primer disco había mucha gente atenta, pero yo no era una de las caras más visibles de La Raíz. Aún así, tuvo una acogida brutal y desde entonces vemos que el fenómeno ha ido creciendo y que en este segundo disco la expectativa es incluso más grande. Mucha gente se ha quedado con nosotros desde La Raíz y hemos ido acogiendo a gente nueva.

¿Echas de menos la popularidad y los conciertos de miles de personas o prefieres la libertad del proyecto propio?

Las dos cosas son brutales. Lo que vivimos con La Raíz es un sueño de esos que se repiten una vez en la vida, y a veces ni eso. En La Raíz yo no tenía tanta presión como quien cantaba y componía pero ahora esa responsabilidad sí la tengo. Y aunque Valira no sea un proyecto tan masivo, sí siento una satisfacción brutal por poder mostrar algo tan personal. Soy muy feliz y me quiero quedar con eso.

Las letras no son nada sencillas y tienden a la profundidad. ¿Te sientes cómodo como letrista?

Sí, pero sé que a veces debería no extenderme tanto en algunas letras y es algo en lo que en este segundo disco he intentado cuidar un montón. Pero luego recibo comentarios de gente que me dice que le gusta que explique de forma tan extensa cómo me siento... Al final nunca sabes qué es lo mejor.

«Algo invisible» habla del confinamiento. ¿Qué huella crees que dejará el virus en la música?

Supongo que habrá que esperar un poco para ver en qué desemboca todo esto. A nivel personal a mí me ha servido para darme cuenta de lo que es realmente importante y de que a veces nos obcecamos en cosas que no lo son. La música nos ha ayudado a volar, a que la mente pudiera salir a la calle aunque el cuerpo tuviera que quedarse en casa.

«Necesito salir, no quiero más pelea», cantas en otro tema. ¿Cansa el compromiso?

Sí, esa canción habla de que mi parte de compromiso está más desilusionada. He tenido épocas de estar más activo en la lucha, épocas más comprometidas. Pero ahora veo que es difícil cambiar las cosas, que mucha gente no va a cambiar y que la sociedad es egoísta. Pero no te queda otra que pelear.

¿Uno se hace mayor cuando se da cuenta de que la música no es suficiente para cambiar las cosas?

Puede ser, puede ser. Ni la música ni otras cosas. Ni siquiera la gente que tiene más mano en sectores más importantes son capaces de cambiar las cosas.

Ciencia y ciencia ficción sobrevuelan las letras y el diseño del álbum. Hay incluso una canción titulada «El replicante» ¿Afición o mensaje?

Es una pasión que tengo desde que era adolescente y ya tenía un tema que se llamaba «El replicante», algo diferente a este, que ya hablaba de un robot que quiere ser humano. Me flipa la ciencia y las películas como Blade Runner, y quería que eso recorriera el disco. Hay muchas referencias y metáforas, y por eso también el título de Supernova, la explosión de color y luz que queríamos transmitir con las canciones.

¿Al Juan Zanza adolescente le gustaría más el Juan Zanza de La Raíz o el de Valira?

Yo siempre he tenido la inquietud de componer canciones, pero con 18 años no hubiera visualizado Valira ni me hubiera atrevido a hacerlo. Estaba más centrado en la guitarra, me hubiera salido más natural lo de La Raíz. Pero al final Valira es el resultado de un montón de años de aprendizaje, en el que también está La Raíz.

¿Cuesta reprimir las ganas de llevar un disco tan potente como «Supernova» a un concierto de los de antes?

Sí, cuesta mucho. El disco tiene un montón de trabajo, de arreglos, todo mirado al detalle. Y cuando haces un disco sueñas con llevarlo al directo tal como lo has concebido, e incluso más potente. Pero la alternativa a los acústicos ahora es no tocar. Y yo creo que Valira en acústico se defiende muy bien.