València tiene pocos bares que valgan la pena. Muy pocos. Por eso la llegada de Pura Tapa VLC se revela como un acontecimiento importante. En Alicante pasaría desapercibido, pero aquí suena a propuesta extraordinaria. Allí en las vitrinas frigoríficas de un bar de barrio lucen cigalas, gambas de la lonja, sepias de la bahía y salmonetes frescos. Aquí es un milagro encontrar uno que no recurra a la puntilla del pacífico. ¿Tanto cuesta ir a comprar al mercado? ¿Tan patanes somos los valencianos que nos distinguimos una sepia de playa de otra procesada? ¿Tanto trabajo da limpiar el pescado como para que el cocinero prefiera el producto procesado en altamar al que se descargó ayer en la lonja?

Víctor López en Pura Tapa VLC.

Víctor López, el propietario de Pura Tapa VLC, no es un recién llegado. Lo conocimos en Casa Mario, aquella marisquería de la calle Roteros donde comíamos muy bien por muy poco dinero. Victor traspasó Casa Mario en el 2004, cuando el barrio se declaró zona ZAS y la legislación amenazaba las terrazas. Desde entonces ha discurrido por varios negocios, a veces propios y aveces como empleado, hasta que abrió Pura Tapa VLC en plena pandemia. Una año difícil que le ha servido para definir la propuesta.

Ostras.

Abre aquí con la misma filosofía que en Casa Mario, pero con otras aspiraciones. Al menos de momento. Estos tiempos no son aquellos ni este local tiene aún el fondo de comercio que tenía aquél. Por eso aquí no hay langosta ni gamba rayada, pero sí unas cigalitas del mediterráneo, buenas ostras y unas quisquillas de escándalo. Como contrapartida, aquí hay más cocina. La culpa es de Jesús Ribes, que no está en plantilla pero forma parte del equipo. Víctor y Jesús son grandes amigos y Jesús actúa como un asesor gastronómico en la sombra. Ese regalo no tiene precio. Jesús Ribes es uno de los mejores cocineros que parió Valencia y dicen que un hacha gestionando aperturas. De su mano abrió Ricard Camarena el Central Bar y en él han confiado un buen puñado de empresarios para lanzar sus negocios. Algunos de los platos que se sirven aquí llevan la firma reconocible de Jesús Ribes. La llevan, por ejemplo, esas tellinas que se guisan en un maravilloso sofrito de tomate que me transportó a Casa Josué o una albóndiga de cordero que aún anda paseándome el paladar. Como Víctor acude cada día al mercado, aquí se respira la temporada. Por eso me comí unos buenos espárragos blancos (estamos ahora en su mejor momento) y unas magníficas alcachofas (tan ricas, tan finas, que desmerecían el buen jamón ibérico que las adornaba). A mediodía Víctor se desmarca con un buen plato de cuchara. Guisos reconfortantes hechos al chup chup de la olla. Un arroz, un guiso de albóndigas o unos gazpachos como los que yo probé en mi visita. Esos gazpachos no recordaban a los tradiciones (no había conejo ni pollo sino cerdo y longanizas) pero te pedían mojar pan en su salsa.

Quisquillas cocidas.

Una asignatura pendiente es la bodega. No hay carta de vinos. Sólo tres o cuatro referencias que se abren por copas. Es verdad que son vinos espectaculares, pero el cliente al que Víctor aspira, quiere poder elegirse una botella que atine con sus gustos. No le pido una gran carta pero sí al menos una treintena de referencias en las que refugiarte de la cerveza.

Pura Tapa VLC ha venido para hacerse un hueco entre los grandes bares de la ciudad. Merece estar junto al Richard, Ricardo o incluso Maipi. Para conseguirlo sólo le hace falta una cosa: clientes. Aficionados de verdad que sepan apreciar lo que esconde esa vitrina y se sienten en la mesa con más ambición que la de lucir un vermut al sol. Pura Tapa VLC es hoy un magnífico bar, pero se convertirá en un lugar de culto a poco que los clientes le den a Víctor la confianza para comprar con más alegría en el mercado.