Adrián Orenes (31 años) lleva todo la vida unido al mar. Pertenece a una de esas viejas familias que han visto evolucionar Xàbia de un pueblo pesquero a un núcleo eminentemente turístico. Adrián ha formado parte de los dos mundos: el de las redes y el de las mesas. Su padre tiene dos barcas. Una dedicada a la captura de la gamba y la otra a la de la cigala. Una de sus abuelas regentaba una pescadería en el mercado, la otra un hotel en el mismo puerto de Xàbia. Adrián optó por la hostería. A él siempre le gustó ese mundo. Disfrutaba moviendo mesas y poniendo sillas en el hotel de la abuela materna. Luego trabajó durante años en el restaurante Noray, también en Xàbia, hasta que en febrero del 2019, justo antes de declararse la pandemia, inauguró este restaurante.

El ambiente de Tasca Port es desenfadado y popular, pero en la mesa hay un genero digno de la mejor marisquería. Todo lo que se puede se compra en la lonja de Xàbia. Sobre todo el pescado y el marisco (obviamente podemos imaginar de dónde proviene la gamba y la cigala que comemos en el restaurante). Cuando aquí no hay material, Adrián recurre a veces a otros proveedores. Puede aceptar una calamar de otras zonas de España o incluso sepia marroquí (los marroquís tienen buena sepia según dice él). Pero sólo si el género da la cara.

Fritura de pescado urban

En la carta hay algo de marisco (gamba roja, cigala…), pero sobre todo ese tipo de platos que funcionan muy bien para ‘picar al centro’: chopitos fritos, boquerones, sepionets… Esa carta corta sólo recoge el fondo de armario sobre el que se construye la oferta. Una base diseñada entre lo que asegura la lonja todo el año y lo que el cliente pide con más frecuencia. Sin embargo, lo más interesante está con frecuencia en las sugerencias del día. Ahí aparecen las joyitas que se subastaron en la lonja. En esa lista, cantada a viva voz, nos ofrecerán unas canaíllas de gran tamaño, gamba blanca o pescado de mucho porte como un dentón o un besugo negro (un pescado de profundidad de ojos grandes y carne firme más parecida a la del mero que a la del besugo).

Canillas Urban

El producto es bueno y la cocina extremadamente sencilla. No hacen nada especial pero sus ejecuciones son precisas. Se percibe en el punto del pescado (firme y jugoso), pero sobre todo en las frituras, que resultan crujientes y limpias. No hay mezclas de harinas sino un aceite que se cambia cada día. En realidad, la buena cocina necesita de pocos trucos y de muchas verdades. Cuando de cocina de mercado se trata, cualquiera puede hacer bien las cosas, pero pocos están dispuestos a asumir el compromiso con la calidad. No es que sea más difícil, es que es más duro. Todos saben cómo comprar en la lonja, pero es más fácil recibir el pescado congelado del índico. Llega limpio, fileteado y al mismo precio todo el año. Pero claro, en el plato también se notan las diferencias.

Besugo negro Urban

Adrián tiene una partida de camareros de los que ya no quedan. No te cantan el plato, y mucho menos te dan conversación, pero te sirven de manera eficiente y nunca rehúyen la mirada. Resulta cómico la manera en la que muchos camareros pasean la mirada por el comedor evitando esa mesa fuera de su rango que necesita urgentemente una cerveza. Aquí no hay de esos.