Lo malo fueron una vez más las expectativas. 20 años, 10 millones por el traspaso y un padrino muy poderoso (Jorge Mendes). No estaba preparado para ser titular, pero Nuno, esbirro de Mendes, lo metía a machamartillo. Superado por las exigencias de ganar a toda costa y sin aire para madurar, su primera vuelta resultó una tortura para él y para la hinchada. En eso Neville ha sido consciente desde el inicio. Cabía proteger a los jóvenes y la mejor manera es quitarles toda la presión posible. ¿Cómo? Jugando solo cuando el viento es favorable. Ese fue el escenario ideal de anoche: un rival de escasísima entidad, una defensa austriaca muy adelantada y a disfrutar del banquete. Después de meses de un fútbol para olvidar, Santi Mina firmó una primera parte inolvidable: dos goles y tres asistencias. Jugador de extremos, ya le había marcado cuatro al Rayo la campaña pasada con el Celta.

Toni Otero, su descubridor en el Celta y actual director deportivo del Lugo, se encargó de anunciarlo hace un mes en este periódico ante el escepticismo del entrevistador: «Santi Mina es un cañón. Va a explotar en cualquier momento». Algo parecido a una detonación sucedió en la primera parte. Con el permiso del lateral Stangl (aquí un amigo), Santi Mina desplegó todo el repertorio que se le suponía en el regate largo, el pase medido y el gol. Su participación en los cinco tantos del Valencia fue avasalladora. Tuvo un imán potentísimo para todas las acciones de peligro del conjunto de Neville. Resolvió con lucidez las jugadas inherentes al interior derecho: remachar los centros desde la izquierda y enviar los centros desde la derecha. Primero embocó de primeras, yendo al primer palo como los realizadores instintivos, un servicio desde la izquierda de André Gomes. Después cedió en diagonal, a la espalda del central, un delicioso pase que resolvió Parejo. El tercero fue otro envío de Piatti desde la izquierda al que acudió puntual el delantero gallego. En el cuarto volvió a centrar desde su extremo con la curva precisa para que la bola llegara delicadamente a Negredo. En plena borrachera, el enésimo centro pefecto de Santi Mina lo celebró esta vez André Gomes.

Acostumbrado a la agonía de la campaña, el público no daba crédito. En media hora, el Valencia tenía finiquitada la eliminatoria. Había rondos jaleados por la hinchada, pases a uno o dos toques, quiebros y adornos. Una sensación de incredulidad. A la jarana de Mina se unieron todos: un Negredo cada día más fino y hambriento de fútbol, un Cancelo imparable en carrera (es tan rápido que le da tiempo a rectificar sus propios errores), un Parejo por fin relajado... Y Danilo. El cambio de ritmo, el manejo de las dos piernas, la fortaleza física... todas esas virtudes se vieron anoche en el joven mediocentro brasileño.

Minutos para Javi Fuego

Al partido le sobró la segunda parte. Si no fuera por el paradón de Ryan al cabezazo a bocajarro de Jelic. Y por la entrada en la última media hora de Javi Fuego, otro veterano a quien Neville pretende recuperar. En el buen humor de la noche, la gente pidió un gol de Barragán que no llegó pero sí un centro raso suyo para que Rodrigo cerrara la goleada. La vuelta en Viena el póximo jueves resulta intrascendente. La llegada de Ayestarán al banquillo del Valencia, aunque haya sido una casualidad, ha coincidido con la primera goleada a favor de curso. El técnico vasco no se dejó ver anoche en la banda, cosciente de que todas las miradas hubieran estado puestas en él. Dejó el protagonismo, como debía, a Gary Neville. Pero su presencia puede ser beneficiosa para todos, los jugadores los primeros. Antes de una visita cargada de dramatismo a Granada, bienvenida la fiesta de la Liga Europa.