Alfons Garcia, Valencia

No hubo más alusión, si alguien la esperaba, a los casamientos entre homosexuales o a las reformas en materia de familia y Código Civil aplicadas por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, quien no estuvo en la eucaristía. Aunque el Consell dijo que no se lo creía -así lo dijo su portavoz-, la única representación del Ejecutivo fueron los ministros de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y de Justicia, Juan Fernando López Aguilar.

Estas manifestaciones de refuerzo al matrimonio entre hombre y mujer eran las más esperadas por los fieles -más de un millón, según un cálculo de la organización que a simple vista parece muy optimista-, que aguantaron el creciente calor durante la mañana con la ayuda de las gorras amarillas y los abanicos del EMF, los mismos artículos de los que se sirvieron los más de 400 obispos y 2.000 sacerdotes concelebrantes (la tribuna en forma de corona no se llenó). Así, los aplausos más potentes durante la homilía -hubo más de una docena de interrupciones- sonaron cuando el Papa realizó las dos menciones al único concepto de pareja que reconoce la Iglesia.

El Pontífice subrayó, en concreto, que esta familia es «el ámbito donde puede el hombre nacer con dignidad, crecer y desarrollarse de un modo integral». Y dijo también que reconocer y apoyar a esta institución es «uno de los mayores servicios que se puede prestar hoy en día al bien común y al verdadero desarrollo de los hombres y de las sociedades, así como la mejor garantía para asegurar la dignidad, la igualdad y la verdadera libertad de la persona humana».

Joseph Ratzinger realizó también una crítica al subjetivismo de la sociedad moderna, una reflexión constante en su pensamiento teológico. «En la cultura actual -afirmó- se exalta muy a menudo la libertad del individuo concebido como sujeto autónomo, como si se hiciera él solo y se bastara a sí mismo». Y añadió poco después: «Se intenta organizar la vida social sólo a partir de deseos subjetivos y mudables, sin referencia alguna a una verdad objetiva previa como son la dignidad de cada ser humano y sus derechos inalienables».

Estos mensajes, así como la afirmación de que «en el origen de todo ser humano no existe el azar o la casualidad, sino un proyecto del amor de Dios», y de que la familia es elemento esencial en la educación y la transmisión de valores, fueron las aportaciones principales de la homilía del Papa en Valencia, que se mantuvieron en la línea de la jornada anterior: firmes, sin sorpresas, pero sin estridencias ni gestos que pudieran interpretarse como una descortesía al país de acogida.

La misa, que se inició a las 9.30 horas, concluyó justo dos horas después, antes del horario previsto. Era el final del V EMF, en el que el Pontífice se ha visto agasajado por miles de valencianos y peregrinos. Menos de los previstos, pero algunos centenares de miles. Muchos pernoctaron en el Jardín del Túria y en los alrededores del altar efímero instalado en el puente de Mont-olivet; otros madrugaron para estar a las cinco y las seis de la mañana en el lugar de la misa. Las autoridades, con dominio de ideología popular, fueron puntuales y rigurosas en las recomendaciones de vestuario.

El Papa, que vistió la casulla verde y la mitra dorada confeccionadas por dos empresas valencianas, tuvo gestos de agradecimiento hacia los peregrinos por el calor recibido en su visita, aunque pareció algo más cansado que el día anterior. No utilizó durante la ceremonia el valenciano, que quedó reducido a una de las intenciones leída por una pareja.

Tampoco lo hizo el arzobispo, Agustín García-Gasco, quien tuvo un papel protagonista en toda la eucaristía al lado del Pontífice. Fue su palabra la primera que se oyó en el saludo como titular de la diócesis. Recordó con fuerza a Juan Pablo II y su «nueva evangelización» contra la «la cultura de la muerte», al tiempo que exhortó a que la edición valenciana del EMF sirva de punto de partida de nuevas y más directas formas de comunicar la doctrina de la Iglesia sobre «la verdad del matrimonio», la sexualidad, el amor humano y la familia.

El prelado, que cumplió en febrero la edad de jubilación y agota su última etapa al frente de la archidiócesis, participó asimismo en la liturgia eucarística junto a tres poderosos nombres de la curia vaticana, los cardenales Alfonso López Trujillo, Angelo Sodano y Giovanni Battista Re. En el altar, en el momento de la consagración de las formas, estuvieron también los españoles Antonio María Rouco Varela y Ricardo Blázquez.

A las 11.15 horas, tras la misa y sin solución de continuidad, Benedicto XVI rezó el ángelus en siete idiomas (español, francés, inglés, alemán, italiano, portugués y polaco), en el que anunció que la próxima edición del Encuentro Mundial de las Familias, la de 2009, será en la ciudad de México. El cardenal Norberto Rivera agradeció la buena nueva ante el Papa y todo acabó. Era el momento de tomar el báculo (el mismo desde Pablo VI) y bendecir a los presentes antes del último viaje por las calles de Valencia.