M. Vázquez, Valencia

El cancán es lo que peor llevan. "Pesa mucho y la espalda te mata". Son las 21 estudiantes Erasmus que ayer acudieron vestidas de valencianas a la mascletà y a la recepción que les ofreció la alcaldesa en el Salón de Cristal. Pese a esas "incomodidades" del traje de fallera, todas coincidieron en una cosa: merecía la pena. ¿Por qué? "Por pasar al otro lado por una vez. Por no estar abajo, en la plaza, mirando hacia el balcón del ayuntamiento, sino arriba, y ser una de esas personas a las que la gente observa. Es fantástico", dicen.

Proceden de once países tan diferentes como Ucrania, Polonia o México y han puesto a la comisión del Politécnico del revés. "Hemos tenido que comprar pelo moreno porque este año hay menos rubias y nos faltaban postizos", explica Natalia Piquer, fallera y delegada de Erasmus. Fue ella quien organizó los horarios de peluquería de las chicas y quien las guió para que aprendiesen a arreglarse -a una le ataron los pendientes con goma a las orejas porque no tiene agujeros hechos- y a vestirse. Aún así, hubo quien echó mano del novio, "que es fallero desde hace 20 años", para que la ayudase con el traje.

La de ayer les pareció "una experiencia única y maravillosa" que ha supuesto un desembolso de 400 euros por cada una -el alquiler del traje- para el Politécnico. Ahora, todas aguardan ansiosas su próxima cita: la Ofrenda.