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Los contrastes de la ciudad

Campanar y su mayor contradicción

La sensacional Plaça de l´Església, con su ambiente de pueblo, contrasta con la del Pare Doménech, situada frente a Nuevo Centro y convertida en un desagradable aparcamiento

Campanar y su mayor contradicción

­A Campanar le arrebataron la mayor parte de su huerta y con ella un pedazo de su identidad. Pero aquel pueblo que engulló el cap i casal en 1897 supo fortificarse entorno a su trama urbanística. Las alquerías en mitad de los campos perecieron al tiempo que la ciudad crecía, aunque el pueblo ha conservado buena parte de su idiosincrasia y espíritu. Su mejor ejemplo es quizá la Plaça de l´Església, un fantástico refugio rectangular con grandes plataneros y el templo de la Verge de Campanar.

La transición de la ciudad al pueblo es casi inexistente. Tan pronto cruzas una bulliciosa calle del barrio como te plantas en otra dimensión, donde predomina un centro peatonalizado y que gira alrededor de la iglesia. El templo parece un faro: situado a un esquina, vigila las pequeñas casas que se organizan rectangularmente en torno a la plaza. Valencia está a apenas unas metros, pero allí continúan diciendo «anem a València» cuando salen de su pequeño hábitat. La sombra que proporcionan los árboles, sus calles limpias, las conversaciones de la calle? Es una gozada.

Lejos de la fantástica estampa, aunque aún en Campanar, encontramos un lugar antagónico. Un edificio abandonado y con numerosas ventanas tapiadas para evitar su ocupación, preside la Plaça Pare Doménech. Ni un árbol, ni el más mínimo atisbo de urbanización ocupa un espacio dominado por los gorrillas para convertirlo en aparcamiento. Cuando llueve es un barrizal impracticable y cuando luce el sol, un esperpento que miles de personas comprueban desde la avenida Pío XII. Los socialistas denunciaron el año pasado que el Partido Popular preparaba una modificación del PGOU para recalificar la zona y multiplicar por 1,5 la edificabilidad prevista a costa de las zonas verdes «y calculada para generar importantes plusvalías privadas». En sus manos está ahora solucionar la degradación.

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