Valencia es sorprendente porque está llena de luces y sombras, de sonrisas y lágrimas. Tiene un centro histórico que mantiene la magia del tejido urbano enmarañado, compacto, rico. Aunque las gentes más poderosas hace tiempo que dejaron de quererlo, y se fueron a la periferia abandonando la historia. Y tiene una huerta que la abraza y le ha dado todo, sus frutos, su razón de ser, su paisaje, su cultura. Aunque la ciudad, ingrata, la devora sin miramientos.

Tiene un clima de noches tibias, de calores y brisa marina, y una morfología fácil, de bici y caminar. Aunque nos empeñamos en cambiarlo todo y alterar la escala. Y tiene un río que fue su origen, y ahora es un río de jardines que recorre toda la ciudad, aunque está seco, y arrastra poca memoria.

Tiene un litoral largo y hermoso, con playas tentadoras, y un parque Natural de l'Albufera, extraordinario, lleno de aves migratorias puntuales, y atardeceres, y sueños. Aunque también hay torres, y un puerto excesivo que entra en el mar con descaro y amenaza la lógica, rompiendo el horizonte.

Tiene cultura, tiene fiestas, tiene música y fuego que enriquecen la vida. Aunque, a veces se deja llevar por la falsa tradición que venda los ojos y no deja caminar, ni ver el futuro, ni imaginar. Y tiene barrios que fueron pueblos, que ofrecen diversidad e intentan mantener su propia identidad de casas y calles. Aunque la ciudad los engulle, les impone sus leyes ajenas y hiere sus voluntades.

Tiene más cosas, arquitectura digna y arquitectura excesiva, jardines y asfalto, escala y desproporción. Tiene calles invadidas de coches y rincones entrañables, patrimonio y ruinas, abusos y delicadezas, espacios públicos y barreras infranqueables. Y tiene una ciudadanía comprometida con ella, que le gusta vivirla, reivindicarla, trabajarla, que la critica y la quiere, que la defiende y le exige. Aunque, a veces, se convierta en una ciudad sorda, ciega, muda, que se duerme y disimula.

En Valencia se puede vivir, si quieres hacerlo. Se puede encontrar la ciudad, si la buscas, solo hay que abrir los ojos y aprender a mirarla, lejos de los túneles por los que ha pasado. Porque Valencia es mucho más que juzgados y banquillos repletos de delincuentes. Más que eventos elitistas, más que fraudes y despropósitos.

Y ahora empieza su futuro. Por eso hay que pelear por ella, hay que zarandear al poder y explicar que ha llegado la hora. Que es el momento ya, que somos los protagonistas de nuestra ciudad.

Es el momento de que la justicia actúe como justicia, y nosotros actuemos como ciudadanos y ciudadanas.