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Divagaciones

Peatonalización

Peatonalización

Ay de mí! Soñé que habían convertido la hermosa barriada de Capitanía General en un gueto. Puertas de hierro, custodiadas por gendarmes, me impidieron el paso; uno de ellos se acercó? tímidamente dije:

- «Solo quiero ir a mi caso».

- «Autorización» „el tono era tan frío que mi mente se heló„.

- «¿Autorización?», pregunté casi sin voz.

- «Está prohibido entrar en esta zona sin papeles de residente».

Prohibido? ese verbo me llevó a otros tiempos: «prohibido prohibir». Después de hurgar en ese bolso que llevo de todo y que nunca encuentro nada, casi le doy el móvil? Por fin encontré mi cartera saqué el DNI.

- «Necesita más papeles? Pase, pero infórmese».

Estoy segura que di las gracias, como una costumbre, pero yo casi no me las oí. Crujió la puerta, entré, mi coche se convirtió en tortuga. La calle estaba desierta, vi una sombra que me hacía señas, era mi vecina.

- «¿Has visto cómo se han puesto de exigentes e incómodos con la peatonalización? Van a ahogar el barrio, ¿Por qué no lo dejan tal y como está mediopeatonalizado? Yo venía con unos amigos y he tenido que bajarme en la Casa de los Caramelos porque como no son residentes, no les han dejado pasar». Y digo yo, ¿necesitaremos hacer autorizaciones a todos los que vengan a casa?.

Mi vecina habla mucho, y esta vez sus palabras salían como una «cordà»?

- «¿Qué voy hacer con la familia, el carpintero, o el fontanero o el repartidor o?? No querrá venir nadie, lo que yo te diga, nos quieren echar del barrio, a saber con qué fines. Está idea ya viene de Rita, lo sabía y pensé 'nos ha dejado tranquilos' pero no? Cada político que llega al poder quiere que su presencia se note. Han estrangulado el Mercado Central. Si quieren peatonalizar? aparcamientos gratuitos y si quieren gobernar bien, que miren al ciudadano y a sus circunstancias».

Su voz subía tanto de tono que temí despertar al vecindario y la que se despertó, fui yo? Pensé que solo era una pesadilla, hasta que salí en el coche para ir al súper de la calle Alboraia y como han cambiado la dirección de la calle del Salvador, tuve que cruzar el puente del Real, dar la vuelta en la Alameda y coger San Pío V? ¡Atascón!

¿No se está creando una contradicción entre automóvil y ciudad soslayando las necesidades y demandas de la población? Con estos pensamientos iba yo, defensora de la peatonalización, pero con la compatibilidad entre ciudad automóvil y las necesidades de los residentes, sintiéndome en una isla con necesidad de pasaporte, cuando llegué al kiosco de Rubén? ¡Allí estábamos todo el barrio! Cada uno protestando por lo suyo. Una chica gritaba:

- «Mi novio no puede entrar en moto a recogerme y tengo que salir a la esquina del Muro de Santa Ana ¡Es un lío!»

- «Pues yo, dijo otro, para llegar a mi casa en la calle Caballeros tengo que entrar por la Avenida María Cristina y meterme por la calle Ercilla? Esto de la peatonalización, que está muy bien, la han hecho imposible»

Rubén nos miraba a los «aisladitos» y sonreía? No sé porqué me sonó un poema de Leopardi: «Poder que, oculto, en común daño impera, / y la infinita vanidad del todo». ¡Dios! Había olvidado llevarle un libro de poemas al concejal de Movilidad? Menos mal que las funcionarias de información: María y Lucía me han ayudado, pero hemos vuelto a la maldita burocracia.

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