Pasó el Bonica Fest, la fiesta de los mercados. Bien por el ayuntamiento y, en especial, por Carlos Galiana, un concejal que se ha tomado esto de los mercados muy en serio. Pero tengo la sensación de que en torno a esta iniciativa queda mucho por hacer por parte de los comerciantes. El ayuntamiento supo llevar el público a los mercados, pero no tengo claro que los vendedores (al menos muchos de ellos) hayan sabido estar a la altura de las circunstancias.

El festival ha sido un éxito de público. Estupendo. Me parece muy importante que vecinos que nunca han entrado al mercado de su barrio crucen la puerta para conocerlo. Creo, además, que el ayuntamiento ha sabido dar una imagen cool de nuestros mercados apelando a su verdadera alma: la cercanía, la confianza, la espontaneidad€ Bravo por el ayuntamiento. Hemos puesto los mercados en el ideario colectivo, los comerciantes (durante tanto tiempo olvidados) se sienten valorados y el público está encantado con la iniciativa. Enhorabuena.

Pero hay que hilar más fino. Tengo la sensación de que muchos comerciantes no han entendido de qué iba esto. ¿Qué sentido tiene atraer clientes potenciales a tu parada si cuando llegan se encuentran con la frutería convertida en un bar de quinto y tapa? No hemos montado esta fiesta para convertir el comerciante en hostelero, sino para dar a conocer los mercados a quienes no son aún clientes.¿Cómo vamos a seducirlos si les hemos escondido nuestros productos? Entiendo que utilicemos el ocio como gancho, pero esas tapas deberían de estar entre los magníficos melocotones que aquí lucen a diario. No se trata de vender hostelería, sino de de vender mercado.

La noche del sábado me encontré los mercados llenos de gente como nunca los había visto, pero también vacíos de producto como nunca los pude imaginar. Así no vamos bien. Esa noche las paradas deberían estar mejor surtidas que nunca y sus propietarios más preocupados por contar lo que tienen que por vender cuatro pinchos de tortilla. Eché de menos ver los rapes en las pescaderías y las crestas de gallo en las pollerías.

Insisto en que la iniciativa es buena, que como punto de partida merece una nota sobresaliente. Sé el esfuerzo que para ayuntamiento y comerciantes ha supuesto este gran festival, y creo que ha valido la pena. Pero precisamente por eso, porque cuesta mucho esfuerzo, no podemos perder de vista nuestro objetivo: devolver la vida a los mercados llenando de clientes sus comercios.