Tras la Segunda Guerra Mundial Europa quedó devastada no solo a nivel económico, humano y social sino también en un plano psicológico. De nuevo, las armas se habían impuesto a la razón y el viejo continente se había destruido por enésima vez. Tras este gran conflicto se empezó a pensar en un nuevo modo de hacer política. Así, en 1945 nacía la Organización de las Naciones Unidas (ONU), también se creó la OTAN, y se empezó a pensar en la Unión Europea. En medio de todo ello se creó la figura del hermanamiento entre ciudades que debía velar, precisamente, por la unión y la amistad entre los diferentes pueblos.

Hoy, son muchas las ciudades y regiones de todo el mundo que se hermanan entre sí. València, por ejemplo, está hermanada ya con ocho ciudades de tres continentes, aunque la primera que se sumó a esta ilustre lista fue Maguncia, en 1978. Ahora, en el 40 aniversario de este hermanamiento inicial, ambas ciudades están reforzando sus lazos con diversos actos y conmemoraciones, así como con acuerdos muy diversos. Así, a finales de junio una delegación valenciana, presidida por la primera teniente de Alcalde, Sandra Gómez, así como por el concejal de Cultura Festiva, Pere Fuset, y la fallera mayor de València, Rocío Gil, viajó hasta Maguncia para visitar su Johannes Festival. Y para asistir a la cremà de una falla que la ciudad del Túria había regalado a la ciudad del Rin y que ardió, precisamente, en este río ante muchas personas que los días previos aprovecharon para tomarse fotografías con el monumento fallero.

Pero, ¿por qué Maguncia fue la primera en hermanarse con València? Los motivos son diversos pero tienen, ante todo, un nombre propio, el de Johannes Gutenberg. Nacido en Maguncia a inicios del siglo XV, el inventor de la imprenta, a través de su discípulo Lambert Palmart, exportó la máquina hasta València y fue allí donde se imprimió el primer libro en España; «Trobes en lahors de la Verge María», el 25 de marzo de 1474 y que todavía se puede apreciar hoy en día en la biblioteca de la Universitat de València.

Ciudades universitarias

Este hito unió para siempre a ambas ciudades y fue el germen de un hermanamiento que se basa también en otros puntos en común. Uno de ellos es la importancia que la educación académica y universitaria tiene en ambas ciudades. Tanto Maguncia como València reciben cada año a miles de estudiantes procedentes de todo el mundo. En ellas se forman, pero también aprenden a vivir en un mundo global donde el cruce entre pueblos y culturas está a la orden del día. Además, uno de los aspectos más fructíferos del hermanamiento entre estas ciudades es el hecho de contar con acuerdos especiales de intercambio de estudiantes e incluso de profesores.

Por ejemplo, durante la visita en Maguncia se acercaron a comer la paella que había preparado Velarte una serie de valencianos residentes en Mainz. Dos de ellos, Cristina Martínez y Miguel Verdú, habían llegado hacía 4 años y medio a trabajar de profesores gracias a este acuerdo: «Nos contrataron por un proyecto europeo debido al hermanamiento. Hicieron entrevistas a unas 300 personas en València y acabaron contratando a unas 30 con sus parejas», indicaba Cristina Martínez. Ella recordaba que le habían pagado los gastos de mudanza y también los cursos de alemán hasta el B2.

Al pasear por Maguncia, lo primero que llama la atención es el inmenso Rin. Nada comparable al Turia, más aún tras su canalización por fuera de València, pero ambas ciudades han crecido en torno a su río, especialmente Maguncia, pues este le sirvió de defensa natural y también para comerciar con otros territorios.

En Maguncia, la presencia valenciana se ve en lugares públicos como la plaza Valencia, o en monumentos como la escultura de Andreu Alfaro, ubicada justo delante de la fachada del ayuntamiento. Dentro de este, existe la sala València, que es donde se llevó a cabo la recepción del alcalde a la delegación presidida por Sandra Gómez. Así como el escudo de la ciudad dentro de la sala de plenos, junto al del resto de ciudades hermanadas con la urbe alemana.

Otro elemento, más desgarrador, que une a ambas ciudades es que sufrieron los horrores de la guerra. València, capital de la II República durante la fase final de la Guerra Civil, fue bombardeada por el ejército franquista. Mientras que Maguncia sufrió una destrucción todavía mayor a manos del bando aliado en 1945. Hoy, en ambas se rememora este episodio para evitar que se vuelva a producir. Y en ello la figura del hermanamiento cobra un gran valor.

Al hablar con los representantes de Maguncia, así como con valencianos residentes allí o incluso con los propios alemanes, uno se da cuenta de otro elemento que une a estas hermanas: su espíritu festivo. Sí, porque en Maguncia presumen de ser una de las ciudades con más festividades de Alemania entre las que destacan el impresionante Carnaval, su colorido y original mercado navideño, una réplica del cual, por cierto, se llevará a cabo este año en València. U otras como el Johannes Festival o incluso la fiesta del Orgullo Gay, que en València también está cobrando gran importancia en los últimos años. Sin olvidar el OcktoberFest, la fiesta de la cerveza, que también tiene, dos veces al año, su presencia en València.

Este aspecto lúdico lleva a pensar también en València, en las Fallas, en los Moros i Cristianos, en el Corpus, en San Juan y en otras tantas festividades que se van desarrollando a lo largo del año. Pero un carácter festivo va más allá del calendario oficial, tiene que ver con el carácter de la gente, con las ganas de disfrutar de la calle, de los locales de ocio. Y eso, como pudieron observar todos los que presenciaron el Johanness Festival, es algo muy arraigado en la ciudad alemana y también en el cap i casal.

València y Maguncia, dos hermanas que, en la distancia, se observan, intentan crecer juntas y fomentar lazos de unión. Ellas representan esa fraternidad, esa unión entre pueblos que nunca debió perderse y que hay que mantener para que los errores del pasado, como el triunfo de las balas sobre la razón, no vuelvan a ser protagonistas.