El debate sobre la nueva estética de la plaza del Ayuntamiento ha desbancado por el momento el de la nueva funcionalidad de la plaza. Nadie habla de su carácter peatonal, algo que parece que ha interiorizado la ciudadanía (y la oposición) como si toda la vida hubiera sido para los viandantes. Pero hasta el mes de mayo pasado era una rotonda para el tráfico. Y ese mensaje es el que repiten una y otra vez el alcalde Joan Ribó, la vicealcaldesa Sandra Gómez o el concejal Giuseppe Grezzi, principales líderes de esta metamorfosis.

La vicealcaldesa Gómez insistió ayer que, aunque la oposición «trate de politizar el color de la plaza», lo único que han hecho «es imitar el color del mármol que colocó el Partido Popular en las aceras de la plaza».

Pero para el PP lo que se ha hecho en la plaza ha sido poco menos que un atentado estético. Ayer anunció que llevará la reforma de la plaza del Ayuntamiento a la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos y al Consell Valencià de Cultura, a los que solicitará que se informe sobre la valoración patrimonial, el impacto y afección de las obras en concordancia con la legislación de protección patrimonial vigente y el Plan Especial de Protección de Ciutat Vella.

Quizá una anécdota resuma el debate. Un ciudadano, con clara intención de provocar, se acercó ayer al alcalde y le espetó de malas maneras que no le gustaba la plaza. Y Ribó, tranquilo, le contestó: «Sí, pero ahora lo puede decir paseando por ella».