La noche del 14 al 15 de marzo, la ciudad apareció llena de pintadas en el suelo: «Açí crema el cor d’una falla». Que todavía perviven. Ayer aparecieron «pomells» de flor con un lema parecido: «En este lloc venera a Sant Vicent Ferrer la seua Associació», llámese Russafa, Mar, Carmen o cualquiera de aquellas que están amparadas por la Junta Central Vicentina. Es uno de los pocos vestigios de una fiesta del patrón que ayer estuvo enmudecida a la fuerza.

«A las 16, 17 y 18 hores, representació» es lo que se lee habitualmente en los programas de festejos. Pero ayer ni hubo niños, ni representación de «miracles» escenarios, altares, para ello. Ni hornacinas con las imágenes. Todo está recluido en templos, locales o casas de clavarios. Casi todo, porque el altar del Tossal sí que estuvo espabilado y consiguió las llaves del chaflán, el del café Bolsería, para, en el primer piso, prácticamente a la altura de donde estaría en condiciones normales, la imagen del «pare Vicent» alzaba el dedo cubierto por una urna y rodeado de un balcón engalanado. Para causar la sorpresa de los que por allí pasaban.

Ausentes las sillas y las multitudes, las de «les 16, 17 y 18 hores», la plaza albergaba su heterogeneidad habitual, con pasajeros, músicos, ociosos, guías que ofrecían un tour por los grafitis de la ciudad (allí los hay y grandes) y vicentinos. El «pare Vicent» fue objeto de curiosidad y de fotos.

«No ha faltado a su cita con el pueblo en 400 años más que en situaciones muy especiales, como la guerra», aseguraba el presidente del Altar, Javier Domenech. Esto es casi una guerra «pero hemos pensado que poder mostrarlo durante los dos días es una forma de recordar que no nos abandona».

La fiesta de San Vicente Ferrer llegará hoy con la misma añoranza que otras fiestas populares, que han acabado por tener su refugio natural en las iglesias. La Catedral ofrecerá la Pontifical a la hora habitual, las diez. Pero este año no saldrán en seguida para protagonizar esa ofrenda que cada año acoge a miles de personas (con la inestimable colaboración de la ciudadanía fallera). Este año se rematará, en esa misma misa, con una procesión claustral, la que debería haberse celebrado por la tarde.

La Casa Natalicia, a punto

Y mientras, la vida sigue. La «no fiesta» va casi a coincidir con el final de las obras de restauración de la casa natalicia de san Vicente Ferrer, en la calle del Mar, y permitirán reabrirla, según las estimaciones, el próximo mes de mayo. La restauración, desarrollada por el Ayuntamiento de Valencia, comenzó en junio del año pasado y ha permitido sacar a la luz elementos arquitectónicos desconocidos, así como pilares y ladrillos muy antiguos.