Uno de los grandes conflictos urbanísticos de la ciudad vivió ayer su primer episodio, aunque sea por causas de fuerza mayor. En la mañana del viernes, las máquinas han llegado para derribar dos viviendas antiguas en la calle San Bruno que forma parte del macro complejo hotelero que hay previsto realizar en el gran patio interior que conforman esa calle y las de Sagunt, Padre Urbano y Luz Casanova, y que ha generado, y seguirá haciéndolo, un fuerte sentimiento de rechazo entre los vecinos.

En este caso se trata del derribo de un vestigio del pasado: una vivienda-chalet de cien años de antigüedad y otra de más de noventa años, donde está previsto abrir una de las bocas de aparcamiento y acceso del complejo. En este caso, el derribo se ha anticipado a las obras propiamente dichas -a las que todavía les queda un cierto trecho- por una cuestión de seguridad. Las viviendas estaba abandonada desde hace tiempo, con las puertas y ventanas cegadas pero, tal como aseguran fuentes vecinales, su estado de deterioro se había transformado directamente en ruina y en peligro para los viandantes -una de ellas tenía ya encapsulada en una red su parte superior-, por lo que la maquinaria ya ha llegado para aplanar el terreno. Se trata de la primera de las grandes entradas a la manzana que sufrirá la polémica transformación.

Hay que recordar que el hotel-residencia se construirá en esa zona interior, en la que actualmente hay dos fábricas abandonadas, de tiempos de la II República, y algunos solares sin uso. De cara al vecindario no tienen ninguna utilidad, pero por lo menos les da luz, algo que tienen claro que dejará de ocurrir en cuanto se levanten las plantas que tienen que albergar las casi 600 habitaciones, aunque el verdadero temor y el motivo de las protestas son el tipo de vecindario en el que se convertirán con una residencia de bajo coste.

A primeros de semana se le preguntó al vicealcalde Sergi Campillo sobre la cuestión y admitió que la propuesta "no nos gusta, pero si está avalada legalmente, poco podemos hacer". A pesar de lo cual, los vecinos seguirán presentando alegaciones y movilizándose para tratar de evitar lo que parece verdaderamente difícil: la reversión

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