Infancia Orriols: auxilio para los niños de un barrio en llamas

El servicio coordinado por la fundación Fisat asiste a niños, niñas y adolescentes de 41 familias que han agotado todas las ayudas sociales

La degradación del barrio complica la reinserción de los más vulnerables  

Una familia camina por el barrio de Orriols, en València

Una familia camina por el barrio de Orriols, en València / Miguel Angel Montesinos

Claudio Moreno

Claudio Moreno

Año nuevo, viejos problemas. Orriols vuelve a estar en el foco por la conflictividad y la degradación a la que se ven sometidos sus vecinos. Las malas noticias se acumulan, del fallecido por intoxicación a la quema de contenedores, y las asociaciones y entidades del barrio se esmeran en ofrecer esperanza fuera de la delincuencia. Una de ellas es Infancia Orriols, el servicio al que van a parar las familias más desestructuradas del barrio. El último recurso para los niños y niñas vulnerables de Orriols. 

Desde que la Fundación Iniciativa Solidaria Ángel Tomás (Fisat) firmó el convenio con el ayuntamiento para coordinar dicho programa, en diciembre de 2022, la entidad ha atendido de forma integral a 41 familias del barrio. Además, con la financiación de distintos proyectos como el de seguimiento a adolescentes con medidas judiciales o el de atención a adolescentes expulsados o amonestados de los IES de la zona, la fundación ha llegado a 347 personas (147 hombres y 200 mujeres), un 71% de nacionalidad española, pero también de otras procedencias como Pakistán, Argentina, Marruecos, Mali, Honduras o Colombia. 

Su objetivo es claro: propiciar una mejora estructural de Orriols y no dejar caer a los chavales con menos recursos de uno de los barrios más degradados de València. Para ello acceden a los hogares y trabajan con todos sus miembros, de los niños a las abuelas. Les enseñan a educar. “Son familias que ya han agotado todas las vías de atención social. En ellas se perciben tres características: consumo de drogas, violencia machista o migración. Normalmente van separadas, pero también pueden ir juntas”, cuenta Alicia Tallón, coordinadora del proyecto.

Y añade: “Las intervenciones van desde las sencillas matriculaciones y acompañamiento al instituto –a veces incluso desde las chabolas– hasta las más sensibles con seguimientos de casos que pueden desembocar en retirada de custodia”. 

"Atendemos familias que ya han agotado todas las vías de atención social. Se perciben tres características: consumo de drogas, violencia machista o migración"

Entre los últimos casos, en el servicio coordinado por Fisat recuerdan una historia especialmente dura. Los propios padres de una menor del barrio confesaron, desbordados, que su hija se había iniciado en conductas sexuales inadecuadas. Entonces el recurso municipal generó un informe de desprotección dando pie a un proceso para que la familia asumiera su difícil realidad: “Es duro decirle a unos padres que lo mejor para su hija es que no los cuiden ellos. En este caso tuvimos que acompañar a la madre a que firmara un documento donde reconocía que no podía hacerse cargo de la niña. Después seguimos acompañándolos para que asumieran el golpe y los contactos posteriores fueran los adecuados”, rememoran en el servicio. 

Los 'hermanos mayores' del barrio

Pese a la gravedad de las situaciones a las que se enfrenta el equipo de cinco personas, en permanente línea directa con los Servicios Sociales de Orriols, Tallón solo ha dado un caso por perdido en el año que lleva operativo este recurso de emergencia. Fue en algo sin aparente dificultad. “Teníamos que acompañar al instituto a unos menores absentistas, pero resultó imposible. Cuando llegamos a la casa tanto los menores como sus padres estaban dormidos. Ellos ya habían estado en prisión por el absentismo de sus hijos. Al final nos toca a nosotros pelearnos con adolescentes para que se despierten o se vistan. Somos un poco como los “Hermanos Mayores” del barrio”, dice la coordinadora. 

Pero proteger a la infancia y la juventud de Orriols tiene una complicación añadida. Desde el servicio reconocen que en sus calles se respira mucha tensión. Las personas mayores se han autoimpuesto un toque de queda por la inseguridad derivada del trapicheo y la degradación, y el gran incendio de los últimos días tampoco ha ayudado. En este contexto su intervención se empobrece: “Tú intentas marcar pautas educativas con las familias, decirles que vayan al parque y jueguen con sus hijos; pero en los parques hay gente consumiendo o peleándose. Aunque las entidades sociales intentan mejorar el barrio, este no acompaña”.

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