La truculenta historia ocurrida junto a la finca de los Windsor en la que se ha alojado Camilla y el misterio que la rodea

La tragedia tuvo lugar de camino a la propiedad de la familiar real británica

El misterio que aún pervive junto a la finca de Ciudad Real en la que se ha alojado Camilla Parker.

El misterio que aún pervive junto a la finca de Ciudad Real en la que se ha alojado Camilla Parker. / L-EMV

Camilla Parker, la segunda esposa de Carlos III, monarca británico, actualmente retirado de la vida pública tras su diagnóstico de cáncer, se ha refugiado durante unos días en la finca que la familia Windsor tiene en Ciudad Real: La Garganta.

La propiedad es una vasta finca ubicada en el Valle de Alcudia y Sierra Madrona, muy cerca de Puertollano, ya en el límite entre la provincia de Ciudad Real y la de Córdoba, una zona de gran valor paisajístico y natural en la que aún pervive el misterio de una tragedia tremenda ocurrida allí hace más de cien años. De hecho, hoy en día y de camino a la finca de los Windsor, todavía está en pie el monumento que se erigió en recuerdo de aquellos desdichados sucesos.

Un misterio que aún perdura

El misterio que envuelve aquellos hechos todavía perdura en la memoria popular e incluso ha sido objeto de estudio por parte de especialistas en asuntos escabrosos, paranormales o sospechosos.

La tragedia ocurrió a escasos metros de la finca La Garganta, propiedad de la familia real inglesa después de que hace décadas la comprase el duque de Westminster debido a la belleza del lugar y la gran cantidad de caza de que disponía, especialmente ciervos. Fue el primer día del año 1901 y, pese al tiempo transcurrido, aún no se sabe con certeza qué sucedió, sólo que cuatro familias se vieron sacudidas por el infortunio: tres al perder a uno de sus hijos y la cuarta al ser señalada públicamente.

Corría el 1 de enero de 1901 cuando el pueblo minero de Horcajo, ubicado muy cerca de la finca rural en la que Camilla Parker ha descansado durante unos días, fue golpeado de lleno por la tragedia. Tres niños de corta edad desaparecieron sin dejar rastro: salieron a coger madroños y jugar y, al caer la noche, las alarmas se acabaron de disparar cuando no regresaron a sus casas.

Se formó entonces una gran batida de búsqueda para tratar de dar con los menores. Los habitantes del pueblo minero de Horcajo (que entonces tenía casi 2.000 vecinos) rastrearon minuciosamente la zona y algunos subieron hacia el puerto de Horcajo.

Allí, traspasaron el camposanto y revisaron un gran madroño que entonces ya se levantaba en el lugar, arribaron a la cumbre e incluso llegaron al 'gastaero', un osario en el que se depositaban los restos de los animales muertos. No había ni rastro de los pequeños.

Era el primer día del año (aunque algunas fuentes hablan de noviembre) y hacía mucho frío. Era casi imposible que los tres niños sobreviviesen a la intemperie y a las bestias que entonces habitaban el monte si no los localizaban antes de que entrase definitivamente la noche, así que los esfuerzos por dar con ellos no hicieron sino reforzarse. Pero todo fue infructuoso.

Transcurrieron tres días y tres noches y, finalmente, hallaron a los niños. Estaban muertos y apenas quedaban de ellos sus esqueletos. Se les reconoció por los zapatos y los pies, ya que fueron lo único que los animales no pudieron devorar debido a que estaban embutidos en el calzado.

Los cuerpos se encontraban en el 'gastaero', el osario destinado a los animales, un lugar que se había revisado horas después de la desaparición de los niños. ¿Qué había pasado entonces?

Restos del antiguo poblado minero de Horcajo, de donde desaparecieron los tres niños.

Restos del antiguo poblado minero de Horcajo, de donde desaparecieron los tres niños. / L-EMV

Una familia señalada

Lo que se rumoreó por el pueblo y posteriormente se transmitió de manera oral de generación en generación era apabullante y estremecedor. El médico del pueblo tenía un hijo de edad similar a la de los tres pequeños desaparecidos y muertos, pero el hijo del médico estaba enfermo: tenía tuberculosis.

La versión popular apuntó a este profesional como autor de las muertes de los niños. Según se dijo entonces, supuestamente los mató para apoderarse de su sangre y hacerle transfusiones a su hijo convaleciente. Tanto el médico como su familia se vieron impunemente señalados durante décadas.

Lo que probablemente ocurrió fue, casi con toda seguridad, mucho más sencillo y menos truculento: los pequeños se desorientaron al caer la noche y caminaron por el monte, perdidos, durante horas hasta ir a parar al 'gastaero'. Allí murieron y las alimañas dieron cuenta de sus cuerpos a excepción de sus pies, que estaban metidos en las botas y que los animales no pudieron roer.

La tragedia fue mayúscula y la desazón en el pueblo minero de Horcajo tal que la población decidió erigir un monumento en recuerdo de los tres niños perdidos. La construcción se llama precisamente así: Monumento de los Niños Perdidos, y está ubicada en el camino a la finca La Garganta, propiedad de los Windsor y refugio de Camilla Parker estos últimos días.

En la placa sobre el monumento aún se lee la inscripción: "A la memoria de los niños Bonifacio Rubio, Alejandro Muñoz y León Piernas. La aldea de Horcajo".

Monolito en honor a los tres niños perdidos de Horcajo.

Monolito en honor a los tres niños perdidos de Horcajo. / La voz de Puertollano