El particular graznido de las urracas empieza a ser ampliamente conocido en la Ribera. Dicho córvido se ha convertido ya en una plaga en algunas zonas de la comarca, obligando a los diferentes cazadores de las localidades afectadas a iniciar campañas (autorizadas por la Generalitat) para controlar su población e intentar evitar que continúe su devastadora expansión, cimentada en el consumo de otros animales más débiles (arraigados totalmente en el hábitat ribereño y valenciano) e, incluso, afectando a la agricultura. Así, se han convertido ya en un problema serio en la zona Turís, rebajándose su efecto a medida que se traslada hacia la costa. Se han avistado importantes poblaciones en la Vall Farta, Alzira y Alberic, mientras los ejemplares son poco significativos en la Ribera Baixa.

«Cada vez son más y, por ejemplo, no han dejado ni un nido de jilgueros. En los últimos dos meses, gracias al permiso de la conselleria para controlar la población, hemos conseguido cazar 1.200 ejemplares», explicó ayer a este periódico el presidente de la asociación de cazadores de Turís, Javier Pérez. «Las urracas se comen todos los pájaros que encuentran en los nidos como las perdices pero también atacan a conejos pequeños recien nacidos y pican las naranjas, frutales y hortalizas», agregó el turisano.

La población de este animal ha crecido de forma espectacular en los últimos tres años. De hecho, resultaba muy complicado encontrar urracas en territorio valenciano en 2009, considerándose ahora una plaga en un número creciente de ciudades. En localidades castellonenses como Borriana, Nules, Almassora, Vila-real, Alqueries o Castelló han colonizado todos los parques. «Es muy usual verlas por el litoral y por zonas de seguridad donde no se puede disparar. Es un animal carroñero que puede hacer mucho daño a diferentes especies, por lo que si no se controla en un par de año puede provocar un auténtico desastre», dijo el presidente de la Federació de Caça de la Comunitat Valenciana, Juan Quiles.