Dos de los tres casales que se construyeron en Silla con cargo al Plan E, que han costado hasta ahora casi un millón de euros (896.00) y que aún siguen sin finalizar, han tenido que ser tapiados para intentar atajar los numerosos actos vandálicos de los que eran objeto.

Uno de ellos, el situado en el parque de l'Alteró, que iba a entregarse a la falla Reis Catòlics, ha sido tabicado por completo para evitar que los niños penetren en su interior para jugar y que los jóvenes lo utilicen a modo de botellódromo". En el momento en que se cerró, la construcción, que está repleta de pintadas, ya no disponía de puertas y ventanas, puesto que habían sido reventadas mucho antes.

En el caso de la edifición ubicada en el parque de les Eres, que estaba destinada a la falla Port de Silla, los operarios municipales tuvieron que tapiar la puerta tras encontrar a un indigente viviendo en su interior, tal como confirmaron fuentes municipales.

El tercer casal, el situado en el parque de l'Estació y construido para la comisión fallera de Mercat, no ha llegado todavía a tener que ser tabicado, aunque también ha tenido que vérselas con los vándalos. Los cristales aún resisten pese a que han soportado pedradas de calibre considerable e incluso golpes con los bloques de hormigón que los obreros dejaron apilados en un lateral cuando se paralizaron las obras.

Con problemas desde el inicio

Tapiar las construcciones ha sido tan sólo un paso más en el proceso de gradual degradación que han sufrido los casales. Los edificios, levantados como un centro cívico porque la ley no protege la actividad a la que estaban destinados al enclavarse en zonas verdes, ya nacieron con problemas.

Nada más anunciarse por parte del anterior gobierno municipal, liderado por el socialista Francesc Baixauli, surgió un movimiento ciudadano de repulsa. Los vecinos no sólo se quejaban de que se utilizase suelo público (de tres parques) para construir los casales, sino que protestaban porque los edificios iban a entregarse a tres fallas en detrimento de otras asociaciones locales. Las comisiones beneficiarias eran las mismas que se habían visto envueltas en problemas con su entorno vecinal, que había mostrado su malestar al ayuntamiento por las molestias generadas por la actividad fallera.

Sin embargo, el proyecto siguió adelante imparable y los casales comenzaron a levantarse. El proyecto exigía un desembolso de 600.000 euros que pronto tuvo que rectificarse porque las construcciones eran poco más que cajas sin ornamento. El equipo de gobierno decidió que los edificios debían tener más prestancia y reclamó un modificado. Se hizo y se retomaron de nuevo las obras.

Cuando ya estaba ejecutado el esqueleto de los tres centros cívicos, el gobierno local consultó con las fallas a las que estaba previsto entregárselos y éstas se quejaron del elevado número de vanos que tenían. Así que se modificó de nuevo el proyecto y los casales volvieron a ser simples cajas, aunque valoradas en 896.000 euros y que, ahora, reclaman todavía más dinero para poder ser definitivamente acabados.