El empleo de residuos, entre ellos los que se generan en los hogares, como combustible para los hornos de las plantas cementeras es una práctica cada vez más extendida en esta industria. Con ello se contribuye a la protección ambiental, al permitir la reutilización de elementos que de otra forma acabarían siendo una fuente de contaminación del suelo, o bien en incineradoras, con la consiguiente emisión de una notable cantidad de gases a la atmósfera. El impacto relativo de los hornos de las cementeras es menor, pero, con todo, la propia actividad de estas industrias genera gran cantidad de gases, y también tiende a llevar aparejada una imagen negativa por parte de la población. Para difundir el proceso que se realiza con los residuos y las ventajas ambientales que implica en relación a los vertederos y las incineradoras, las diversas empresas dedicadas a la producción de cemento en España han puesto en marcha la web www.recuperaresiduosencementeras.org. En esta dirección se explica cómo, por ejemplo, la temperatura a la que funciona el horno de una cementera —unos 2.000 grados centígrados—, superior a la de una incineradora, hace que se destruyan los compuestos orgánicos que pueden ocasionar una mayor contaminación en plantas de otro tipo. Asimismo, se alude a aspectos como el empleo de cal para la elaboración del clínker (producto intermedio que da lugar al cemento al molerse); este material tiene un gran poder de limpieza y filtración.

También se explica cómo los residuos no únicamente pueden utilizarse como combustible para los hornos, sino que pueden reciclarse como sustitutivos de materias primas. Esto se debe a que algunos residuos minerales tienen una composición similar a la de las materias primas con las que se fabrica el cemento, como arcillas y calizas, entre otros, por lo cual pueden sustituirlas. De esta forma se evita tener que extraerlas de canteras y, en consecuencia, a tener que realizar un mayor impacto sobre el territorio. Otros residuos industriales, por su parte, se pueden emplear como adiciones en el proceso de molienda que permite convertir el clínker en cemento. Los dos principales ejemplos son las escorias de alto horno —un subproducto del proceso de fabricación del hierro— y las cenizas volantes, uno de los residuos generados por la combustión del carbón en las centrales térmicas. En el año 2008, según la web, se usaron 3,6 millones de toneladas de estos materiales, que permitieron emitir 3,1 millones menos de CO2 a la atmósfera.