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ValenCIA: La CIA espió a Valencia en el año 1959 al considerarla un foco de comunismo

Documentos desclasificados de la inteligencia americana revelan un informe de 1959 en el que Valencia aparece como foco donde el comunismo «está creciendo y extendiendo su influencia» Ese año tuvo lugar la redada contra el PCE, con 300 detenidos en la C. Valenciana

ValenCIA: La CIA espió a Valencia en el año 1959 al considerarla un foco de comunismo

La escena parece de película. De película de Guerra Fría. Es otoño de 1959. Dolores Ibárruri, la Pasionaria, entonces secretaria general del Partido Comunista de España e icono de la resistencia antifranquista en el exilio, se encuentra en el frío Moscú con un hombre. Él es, oficialmente, un alto cargo del Partido Comunista de Estados Unidos. En realidad, pero Pasionaria no lo sabe, es un espía. Un informante del FBI infiltrado en la cúpula comunista americana. La confrontación bipolar con la Unión Soviética y la ideología marxista está en su cúspide y en América todo vale para frenar el ímpetu de la hoz y el martillo en el mundo entero.

En esa cita en Moscú, el hombre sin nombre y la mujer con sobrenombre conversan largo y tendido sobre la situación del comunismo en la España de Franco. De cómo está siendo la lucha en la clandestinidad que los comunistas intentan armar bajo la dictadura. De cómo pueden evolucionar los acontecimientos. De la política de Reconciliación Nacional que los comunistas quieren intentar cuando han pasado veinte años desde el final traumático de la Guerra Civil.

Pocas semanas después, un informe mecanografiado de cuatro páginas llega a la mesa de J. Edgar Hoover, director y legendario fundador del FBI. Tras un breve párrafo de contexto sobre cómo se había obtenido la información, el informe comienza así: «Ibárruri declaró que el Partido Comunista de España está creciendo y extendiendo su influencia en Madrid, Valencia y Asturias, una región minera en el noroeste de España».

Es la primera frase y sitúa a Valencia como vivero comunista, como foco de peligro rojo, ante el país más anticomunista del mundo que acababa de salir del macartismo y la caza de brujas.

El informe, clasificado como «Top Secret», es enviado por J. Edgar Hoover al director de la CIA, Allen W. Dulles. La carta no tiene desperdicio: «He pensado que estarías interesado en la información contenida en el memorando adjunto. (...) En vista de la naturaleza extremadamente sensible de algunas de las fuentes de nuestra información, se solicita que el contenido de esta comunicación sea ofrecida con la seguridad más cuidadosa y su uso se restrinja a las need-to-know basis». En jerga de la inteligencia: solo aquellos agentes autorizados para conocer esta información, los que tengan «necesidad de conocer». No todos.

La firma de «Edgar», con la panza generosa en la «g», brilla al pie de la misiva. El 7 de diciembre, el director de la CIA le contesta agradecido. «Lo he mirado con interés y lo he enviado a mis especialistas». Siete agentes, en concreto. El documento tiene ocho páginas. Siete de ellas han sido desclasificadas por la CIA. La última, la que podría incorporar la valoración de los analistas de la CIA a la información recibida, la página que podría contener las conclusiones de los datos recogidos en bruto por el espía o las acciones propuestas para ser ejecutadas, no ha recibido el levantamiento del «top secret». Como en toda buena película de espías, la última hoja permanece en secreto.

La policía descabeza al PCE. La elaboración del informe secreto del FBI, que acabó en la mesa más poderosa de la CIA, tuvo lugar en un año muy sensible para el comunismo en Valencia. Aquel 1959 fue el año de la macrorredada policial contra el Partido Comunista de España en Valencia y, en gran medida, contra los estudiantes comunistas que se empezaban a organizar en la Universitat de València desde la clandestinidad. Fueron cerca de 300 los detenidos inicialmente en la caída del PCE en todo el territorio valenciano.

Uno de los primeros en caer fue el hombre enviado en 1958 por el Comité Central del PCE para dirigir la zona de «Levante»: Abelardo Gimeno Lara, antiguo voluntario del «Ejército Rojo» que tras la guerra se exilió a Francia. Llegaba a Valencia para efectuar misiones de agitación y propaganda, fijar la acción política, y preparar la Huelga Nacional Pacífica convocada para el 18 de junio de 1959 como desafío al régimen. Pero Abelardo no llegó a esa huelga. La policía lo detuvo antes y encontró en su casa facturas para justificar los gastos ante la cúpula del PCE.

El efecto dominó y las detenciones en cascada se sucedieron a gran velocidad. El libro Comisiones obreras y la represión franquista, escrito por Alberto Gómez Roda, destaca que el caso de la detención de Abelardo Gimeno (y las que le siguieron) demuestra «una completa ignorancia de las medidas mínimas de seguridad en la clandestinidad. Sólo esto explica que le fuese incautada una agenda con direcciones de militantes que sirvió a la policía para realizar una amplia desarticulación de la organización comunista en Levante, particularmente en el sur».

De las casi 300 detenciones, algo más de un centenar llegaron al Juzgado Militar Especial Nacional de Actividades Extremistas. La jurisdicción militar asumió las riendas del caso. Procesó a veinticinco: de Valencia, Sagunt, Alcoi, Sax, Monòver, Novelda, Alicante. Eran obreros metalúrgicos, operarios textiles, zapateros, conductores, mecánicos, un carpintero, un albañil, cuatro estudiantes? Las condenas, recogidas en la causa 740/59, oscilaron entre los 23 años para Abelardo Gimeno, diez para Higinio Recuenco, Vicente Llorca y Julio Marín; seis para Emeterio Monzón y Álvaro Seguí; y al resto les cayó entre uno y tres años, según recoge el historiador Benito Sanz en su libro Rojos y demócratas. La oposición al franquismo en la Universidad de Valencia 1939-1975.

También cayó ese mismo año de 1959 la Agrupación Socialista Universitaria (ASU), una organización socialista que acababa de surgir en la Universitat y cuya detención acabó en consejo de guerra, el 3 de agosto de 1959, y pena de prisión por «rebelión militar» „de seis meses a tres años„ para Tomàs Llorens, César Cimadevilla, Emilio Sanz, Manuel Alonso, Vicente García-Cervera, Vicente Lluch de Juan, Salvador Franco, Fernando Mena y Vicenta Isabel Muñoz. La sentencia desprende el siniestro aroma del momento. «La inquietud intelectual de los procesados, unido al desconocimiento evidente de los horrores marxistas durante la pasada Rebelión roja en España, hace que prenda en ellos la teorizante ideología marxista».

Así pues, a finales de 1959, cuando el informe del FBI que alerta del foco rojo de Valencia es remitido a la CIA y estudiado por sus analistas, el PCE acaba de ser desarticulado en la Comunitat Valenciana mediante un duro proceso con consejo de guerra a civiles, con torturas físicas y psicológicas y largos periodos de prisión en lo que será la caída más importante del PCE en suelo valenciano. También la Agrupación Socialista Universitaria ha recibido una estocada casi mortal.

Es 1959. Ese año, un joven del carrer Blanc Xàtiva que no ha cumplido los veinte cogerá la guitarra y compondrá su primera canción para entonar aquello de «I tots, tots plens de nit, buscant la llum, buscant la pau, buscant a Déu, al vent del món». Pero a la noche aún le quedaban dos décadas de espesas tinieblas y dura clandestinidad.

Canal secreto con la CIA. Los informes de la CIA que han quedado desclasificados todavía reservan un documento muy conectado con Valencia. El memorando se titula «Ofensiva psicológica». Está fechado nueve años antes, el 13 de septiembre de 1950. Lleva la clasificación de «confidencial» y el encabezamiento señala que va dirigido solo «a algunas oficinas diplomáticas y consulares americanas». Valencia está entre las 62 embajadas y los 119 consulados a los que se envía la circular, que pide desplegar acciones culturales para fortalecer «la resistencia al comunismo y al imperialismo soviético en las áreas y países de mayor preocupación inmediata a los objetivos de política exterior de los Estados Unidos».

Valencia figura en esa lista. El cable secreto es enviado al consulado de Estados Unidos en la capital del Túria. Una fuente habituada a la Inteligencia consultada por este periódico, al ver el documento desclasificado, extrae la siguiente conclusión: «Las sedes consulares a las que llegó esta orden secreta era porque tenía los canales secretos y personal de la CIA preparado, entrenado y acreditado para manejar estos informes».

Por tanto, en 1950, solo tres años después de fundarse la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, en Valencia ya había al menos una persona que formaba parte de la CIA. De manera secreta. Igual que los comunistas.

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