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De la disco al Whatsapp

Desde aquel mítico año de 1968 hasta la muerte del dictador Franco, en 1975, y la posterior aparición en Ontinyent de entidades como el Consell de la Joventut (CLJO), el cual precisamente el año pasado cumplía su 25 aniversario, se han sucedido no pocos y notorios cambios de toda naturaleza, tanto políticos, como económicos o sociales. Los adolescentes ontinyentins o los jóvenes en edad de mili de aquellos años del final del represivo franquismo tuvieron una oferta creciente de salas de baile para el ocio del fin de semana, que entonces se limitaba a sábado y domingo. Había orquestas de baile en directo en las salas pero, poco a poco, fueron sustituidas tras la irrupción de la música disco por las discotecas. En el mapa de esta ciudad aparecieron la Jacaranda (calle Pío XII), el Acuario (calle Gomis), Kasba en los bajos del hotel Fontana (calle Mayans), Siboney (calle Manuel Simó Marín), Monterrey (avenida de Almansa), Vampirella (calle Rafael Juan Vidal) o la OTK (Camí vell de Xàtiva). Otros destinos de aquella juventud solían ser —a través del entonces en boga auto stop, o de otra suerte de medios de transporte más privilegiados— el viaje a poblaciones como Albaida (el Gamell), Muro (Rancho Wilson), Xàtiva (la Nit), Canals, Alcoi, Rótova o la multitud de ofertas existentes en torno a Gandia y su playa.

La juventud ontinyentina ha evolucionado al compás de los nuevos tiempos. El aislamiento de hábitos y costumbres de hace medio siglo, motivado por la coyuntura del régimen fascista y, por ende, por unas comunicaciones subdesarrolladas, dio paso a los cambios que sobrevinieron con el avance del estado democrático, seguido de después de la globalización que arreció con la permuta de milenio y, sobre todo, de unos pocos años a esta parte con la llegada de los smartphones y sus apps. Son esos centenares de adolescentes que se agolpan en lugares como el CC El Teler, los fines de semana, sentados, a veces, uno al lado de otro, pero en vez de hablar chatean entren sí. Es la generación del botellón en fiestas, ya sean de moros o del bou. En los 90, la progresiva desaparición de discotecas fue sustituida por pubs y bares musicales, si bien la mayoría han venido siendo ocupados por un público cada vez más adulto. Aunque el partido socialista arrasó en Ontinyent en las pasadas elecciones municipales, con el programa que lideraba Jorge Rodríguez, éste aludía precisamente al sector joven con este reclamo: «Per tal d'optimitzar l'ús de les instal.lacions municipals i estalviar en lloguers, transformarem la Sala Multiusos [denominada Sala Gomis en la actualidad] i el seu entorn en un gran Espai Jove», con el fin manifiesto de convertirlo en un lugar de referencia para actividades culturales y de ocio juvenil, además de ubicar allí al Consell de la Joventut. Pues bien, casi dos años después de aquel anzuelo electoral, el CLJO ha sido reubicado en unos bajos municipales del grupo de viviendas Ramón Llin, y la Sala Gomis sigue infrautilizada en su máxima expresión. Y mientras, las opciones de ocio juvenil ontinyentí basculan entre el individualismo y lo oficial, encarnado en el CLJO, ese organismo formado por asociaciones juveniles, que igual asesora en temas de estudios que organiza cursos de temática variada.

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