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Vicente era un niño como los demás. Corría, jugaba y hacía las travesuras típicas de un chaval de tres años. Hasta que un día sus padres comenzaron a detectar que el chico sufría muchas caídas. "Al principio -comenta Ramón Alfaro, su padre- pensamos que podía ser un problema de pies planos o algo similar" pero la noticia que les esperaba era más dura: el pequeño sufría la distrofia muscular de Duchenne, una grave enfermedad degenerativa.

"Al principio te invade la zozobra, no sabes qué hacer, pero con el paso de los días asumes que es lo que hay y que no existe vuelta atrás. Por lo que debes de ponerte en marcha para salir adelante. Y eso es lo que hemos hecho con Vicente", afirma su progenitor.

Vicente habla poco, observa desde su silla de ruedas. Tiene una mirada bondadosa. A sus 24 años no va a tirar la toalla. Ha llegado hasta ahora luchando y no va a bajar la guardia. Siempre se ha rebelado contra su destino. Un buen día sorprendió a su familia con una pregunta: "¿Y yo por qué no puedo hacerlo?". El veía como los demás viajaban, jugaban y quería hacer lo mismo. "Con la enfermedad su vida cambió pero la familia decidió que Vicente iba a hacer lo mismo que sus hermanos, aunque con las limitaciones propias de su estado. Y debo agradecer la labor del dr. Emilio Servera, neumólogo del Hospital Clínico de Valencia. Gracias a él mi hijo vive".

Vicente comenzó a viajar. Conoce Italia, Alemania, la República Checa, Austria... "Adaptamos una furgoneta para sus necesidades médicas y físicas y ha viajado por Europa como cualquier joven de su edad. Nunca le hemos compadecido, aquí solo cabe luchar. Ha ido de campamentos, juega a hockey adaptado.... El nos obliga a hacer todo esto y nosotros encantados de hacerlo. Intenta llevar una vida lo más normal posible. Incluso conoce a los Reyes. Fuimos a la entrega de un premio a su hermana y tanto doña Sofía como don Juan Carlos estuvieron muy cariñosos", recuerda Ramón Alfaro.

Aficiones como cualquier joven

A Vicente, como cualquier joven de su edad, le gusta la música, leer, la informática y el deporte. "Voy al pabellón a ver al Power Electronics, me gusta mucho el baloncesto", afirma con timidez. Pero este joven quería dar un paso más y decidió que también podía practicar un deporte. "Juego a hockey apartado en silla de ruedas, en el Masclets de Valencia", equipo con el se ha proclamado campeón de España. "Es un deporte duro, lo probé un día y me gustó", señala Vicente.

Ha cantado desde los cinco años hasta los 16 en los Pequeños Cantores de Valencia. El objetivo, demostrarse a si mismo que puede hacer muchas cosas en la vida. Madruga, se levanta a las 7 de la mañana, a las 8:30 acude a un centro especial, A las 13:30 regresa a casa, come y la tarde la dedica a ver televisión o a estar delante del ordenador.

Y hasta diseña productos. "Ha diseñado el dibujo de una bandeja", cuenta orgulloso su padre, quien, sin embargo, se queja de la falta de oportunidades de este colectivo. "No les dan salidas y las empresas privadas también tienen su parte de culpa. Si mi hijo y personas en una situación de discapacidad parecida hacen cosas de este tipo, ¿por qué no las comercializan en sus puntos de venta al igual que hacen con otros productos? La iniciativa privada deberían implicarse más", denuncia Ramón Alfaro.