Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El banco de semillas de Carcaixent

El congelador de la huerta tradicional

La estación experimental carcagentina ha logrado conservar el patrimonio genético de los productos hortícolas que más aprecia y cultiva el agricultor autóctono La colección de semillas garantiza la preservación de especies muy reputadas

El congelador de la huerta tradicional

El trabajo de recuperación de variedades hortícolas tradicionales realizado durante los últimos quince años por la Estación de Experimentación Agraria de Carcaixent ha creado un banco de semillas con alrededor de 600 referencias que servirá de base para la elaboración del futuro catálogo valenciano de variedades de interés, una colección nuclear que reunirá las 200 o 250 más importantes partiendo de premisas como su buen funcionamiento en el campo, que el producto sea interesante y que tenga aceptación entre los consumidores. «Nuestro drama es que tenemos tanto que no podemos salvarlo todo y tendremos que salvar lo mejor», señala Josep Roselló, técnico del servicio de Producción Ecológica de la Conselleria de Agricultura.

El banco de semillas de Carcaixent cuenta con un número moderado de variedades a diferencia de otros bancos de germoplasma públicos, ya que mientras estos últimos incorporan todo tipo de semillas con el objetivo de que no desaparezcan, la estación experimental ha buscado conservar el patrimonio genético de productos hortícolas que está cultivando el agricultor «porque entendemos que lo que cultiva el agricultor es lo bueno, lo mejor», señala Roselló.

«Hemos estado recuperando semillas de variedades tradicionales y conocimiento asociado a esas semillas, porque sin ese conocimiento no se puede saber mucho de esas semillas», expone el técnico, mientras destaca que la estrategia del servicio es clara: «Cuando una variedad o semilla deja de gastarse simplemente desaparece porque su vida no es eterna. Nosotros queremos primero que no desaparezcan y, para mantenerlas, hay que cultivarlas. Después el consumidor las tiene que conocer porque si hay demanda tendrán continuidad», expone.

La elaboración de este catálogo que priorice las variedades que se tienen conservar es uno de los objetivos del Plan de la Diversidad Agraria, uno de los ejes del Plan Valenciano de la Producción Ecológica presentado recientemente en Alzira. Una comisión de expertos será la encargada de realizar el proceso de criba. «La comisión aún no se ha creado, pero nosotros estamos multiplicando y caracterizando semillas para cuando se constituya esa comisión poner sobre la mesa una serie de fichas para valorar cual entra y cual no», explicó el técnico de la Conselleria de Agricultura.

Algunas de estas variedades dejaron de utilizarse cuando la mecanización del campo arrinconó a los caballos y otros animales. Se cultivaban pensando en la alimentación de los mismos. Otras como el boniato, cacau, el «garrofó» el «fesol de careta», evocan a la época del hambre, a la posguerra, y cayeron en desuso con el tiempo. Hay también que se conservan aunque relegadas a pequeños reductos o huertos familiares y en el mejor de los casos a comarcas de interior. Roselló detalla que estas variedades técnicamente no han desaparecido porque las prospecciones realizadas por los bancos públicos ha permitido guardar muestras en la nevera, pero al agricultor no le resulta fácil encontrarlas. «Para que no se pierdan se tienen que gastar y por eso trabajamos con horticultores aficionados o ecológicos que son los que buscan este tipo de cultivos», incide el técnico, mientras que aclara que no se trata de variedades comerciales sino de recursos fitogenéticos.

El abanico es muy amplio. Josep Roselló señala como propios de la Ribera o que, al menos, hasta ahora sólo se han encontrado aqui, el «meló de pipa de fusta», el «meló xinet» -se trata en este caso de sandías- y el melón blanco «que es un muy antiguo». En los tres casos las referencias se localizan en Carcaixent. También hay un melón largo recogido en Guadassuar, una melona «muy buena» localizada en Alberic por citar algunos ejemplos en una larga relación. «La familia de las solanáceas -tomates, pimientos o berenjenas- está muy representada, también la de las cucurbitáceas -melones, calabazas?- y la familia de las leguminosas, son las tres más fuertes. Las otras como coles, lechugas? son minoritarias. De las primeras puede haber 120 o 130 y de estas últimas una veintena o diez o doce», explicó. «El problema es que tenemos tanto que ponerlo todo en valor es imposible».

El trabajo de recuperación de semillas arranca generalmente con una prospección -en el caso de la Ribera no se ha realizado todavía de forma exhaustiva- que da paso a un proceso de caracterización de cada semilla y a su multiplicación para renovar la misma y aumentar la muestra.

La estación experimental cuenta con un servicio de préstamo con el objetivo de que las semillas recuperadas se utilicen. Este préstamo se realiza con dos condiciones. Por un lado, que el agricultor devuelva la misma cantidad de semilla que ha recibido para poder renovar esta variedad en el banco y que permita a los técnicos de la estación comprobar «in situ» que no se ha cruzado con ninguna otra variedad y que no procede de una planta enferma que pueda contagiar a otras. Por otra parte, para comprobar el interés agronómico de nuevas semillas, el centro también realiza ensayos para comparar variedades tradicionales con otras comerciales o las cede a agricultores para que las cultiven en condiciones de campo y las vendan a cambio de que faciliten información de cara a valorar su posible reintroducción en el mercado.

«No sabemos lo que ha desaparecido porque o sabemos lo que había, sabemos lo que tenemos, pero no si es un 10, un 30 o un 50 % de lo que había», explica Roselló, mientras defiende la apuesta por reintroducir variedades tradicionales ya que, según señala, «cuando se habla de una variedad buena estamos hablando de las antiguas, no de las modernas», y la importancia de que lleguen al consumidor. «En algunas como el 'garrofó' nos gustaría relanzarlas porque tienen la competencia del 'garrofó' blanco que se importa y sería importante que el consumidor conozca que y pueda pedir el que siempre se ha hecho aquí, que tiene una marca de color», comenta.

El descubrimiento del lupinus

La aportación realizada por un agricultor y cazador de Montroi a la estación de Carcaixent de unas semillas que había recogido 25 años antes al llamarle la atención que eran un alimento que atraía a las perdices dio lugar al descubrimiento de una nueva planta, un altramuz valenciano bautizado por su descubridor, Higinio Pascual, como «Lupinus mariae-josephi» en recuerdo de una compañera.

Higinio Pascual, miembro del Instituto Madrileño de Investigación Agraria y experto en leguminosas, se encontró en el banco de semillas de Carcaixent con una variedad le resultaba desconocida. Estas semillas estaban en la nevera de entrada -un fase en el proceso de conservación que se aplica en el centro- y se llevó parte de la muestra para sembrarla y estudiarla. «Salió una planta, la caracterizó y la describió. El resto de semillas no salieron», recuerda Roselló, mientras detalla que el lugar donde el agricultor las había recogido había desaparecido por la acción de una cantera.

«Fue descubrir una especie y, a la vez, ya no teníamos semillas. La acabábamos de conocer y volvía a desaparecer», resume el técnico aquel paradójico descubrimiento, que dio lugar a una prospección por la zona de todos los parajes cuya toponimia hiciera referencia al altramuz hasta que se localizó en un primer momento en Llombai. Actualmente hay tres microrreservas en parajes en los que se ha localizado esta especie.

Compartir el artículo

stats