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Las huellas romanas de l'Ènova

El historiador Abel Soler desvincula las carriladas existentes en la sierra de la red de transporte de mármol de la cantera local

Surcos abiertos en las rocas para el paso de carros cargados de mármol en la época romana. v. m. pastor

Las obras de construcción de la plataforma del AVE sacaron a la luz en el año 2003 un auténtico tesoro desde el punto de vista patrimonial, una antigua villa romana que incluso se pudo atribuir al patricio Publius Cornelius, procedente de los linajes más influyentes de la Saetabis de la época. No es la única huella romana en l'Ènova. El Consell Valencià de Cultura emplazaba recientemente a recuperar las antiguas canteras ubicadas a unos 500 metros del yacimiento arqueológico para poder ofrecer una visión más completa de un conjunto singular que enmarcara el origen de los materiales de las obras realizadas en la zona durante la época romana. En torno a la misma se localiza una huella si cabe más profunda de este mismo período. Las carriladas excavadas en la roca para propiciar el transporte del mármol de Buixcarró. El alcalde de l'Ènova, Tomás Giner, pretende impulsar un circuito cultural que permita divulgar este patrimonio histórico y atraer visitantes a este pequeño municipio de la Ribera Alta. El itinerario también recorrería los restos del antiguo poblado íbero y de la alquería islámica, además de otros edificios relevantes que se localizan en el interior del núcleo urbano.

Los restos romanos, pese a que la villa se volvió a enterrar tras rescatar los elementos más valiosos, son los más importantes. El historiador Abel Soler, autor de una obra sobre la historia de l'Ènova pendiente de publicar, advierte que pese a las interpretaciones de algunos arqueólogos y encontrarse en el mismo paraje, las carriladas no están vinculadas a estas canteras.

Soler recuerda que el mármol se transportaba con carros tirados por bueyes y que el principal obstáculo eran las pendientes, por lo que se realizaban estos surcos en la piedra a modo de rail invertido para que las ruedas encajaran y, de este modo, facilitar tanto las subidas como las bajadas. El historiador, no obstante, señala que estas carriladas formaban parte del itinerario que conectaba las canteras de mármol de Buixcarró, en Barxeta, con la Vía Augusta en el tramo Manuel-Carcaixent. Por contra, considera que no tiene sentido vincularlas a la cantera de l'Ènova ya que ésta tenía la llanura al lado y, por tanto, mayor facilidad para transportar la piedra extraída sin necesidad de salvar la montaña.

Abel Soler, por otra parte, también discrepa con aquellos que identifican esta cantera con el márbol de Buixcarró, de mayor calidad y muy cotizado. «La cantera de l'Ènova es calcárea, de una calidad estándar, no es el tipo de mármol de Buixcarró», incidió el medievalista, mientras señalaba que, después de la explotación en época romana -una reciente visita del director del museo arqueológico de Dénia, uno de los mayores expertos en arqueología romana, ratificó que las marcas de los canteros son propias de esta época- ha podido documentar una segunda época de extracción de piedra en el siglo XIV y que, con posterioridad, no se volvió a explotar.

La cantera se limpió en el año 2004, después de décadas de abandono acumulando suciedad, para poder ampliar los estudios que se realizaron tras el hallazgo de la villa romana. El Consell Valencià de Cultura ha vuelto a poner el foco sobre la misma, que en la Edad Media se convirtió en una de las explotaciones de mármol más importantes de Europa, en la que se puede observar una especie de capilla tallada en la roca.

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