Ahora que los políticos vuelven la mirada a los problemas de los ciudadanos para ver si arrancan el último voto indeciso o cabreado, es un buen momento para la reflexión. Estos días solo les oigo decir, en muchos casos desde el desconocimiento más absoluto de la mayor parte de los problemas, grandes frases adornadas con demagogia barata. No los elegimos solo para que discutan sino para que escuchen y resuelvan eficazmente.

La ciudad tiene muchas caras, desde el mar, desde el río, desde el Saler, desde la huerta, desde su área metropolitana, desde el cielo y hay que mirarlas de frente con una planificación actual.

En esta nueva etapa la ciudad de Valencia necesita ser observada desde una posición global, hoy es más atractiva que hace unos años, la llegada continuada de visitantes así lo indica, pero los itinerarios (recorridos) aún no están bien resueltos, los recorridos peatonales y los carriles «bici» deben ser anillos de conexión no islas en la ciudad, llegar a La Lonja, al Mercado Central a la Plaza del Ayuntamiento o a la de la Reina, es una verdadera odisea, el tráfico desordenado, los servicios dispersos, coches y más coches, cinco carriles delante del balcón municipal y otros tantos en la avenida del oeste (Barón de Cárcer) en dirección a ninguna parte, y cuando por fin llegas por ejemplo al Mercado Central te encuentras con obras inacabadas y espacios confusos mal señalizados rodeados de la añeja prostitución que por allí se manifiesta.

El Parque Central, el Puerto, la Marina Real, son hitos aislados, desconectados del resto de la ciudad donde se producen tensiones en los espacios de borde.

La modificación del Plan General que se está tramitando pretende resolver algunos problemas pero sin esa visión global no servirá para mucho. De momento duerme «el sueño de los justos» en algún cajón del consistorio para evitar que sea utilizado como arma arrojadiza entre los partidos que se postulan a dirigir la ciudad los próximos cuatro años. Por lo que cabe pensar que no es el interés general el que mueve las decisiones políticas sino que los impulsos van y vienen según otros intereses de partido.

El paradigma es el barrio de Cabanyal, un campo de batalla donde los ciudadanos no son lo más importante. Desde qué el Plan General de 1966 hace casi 50 años (bodas de oro de la ignominia), reservara una franja de suelo para que la avenida de Blasco Ibáñez se prolongara hasta el mar, está sufriendo los vaivenes políticos, reuniones, concursos, compras, demoliciones, abandono, más reuniones, despoblación, degradación, debate continuado con el objetivo previo de algunos de mantener un foco de perpetua discusión demagógica, lo antiguo y lo viejo se cofunden, entrando en juego la trama histórica cuando no queda nada más. El debate se debe centrar en si es necesario o no llegar al mar. En fin, los políticos nos amenazan con otros 50 años de «diálogo de besugos» y, mientras tanto, el Cabanyal solo es conocido por su lado oscuro.

Pero, ¿y La Huerta€? . Valencia ha finalizado su crecimiento en el límite con la actual huerta, pero es una ciudad inacabada. Si nos acercamos desde su área metropolitana la contemplamos llena de testeros amenazantes, concluir ese frente es tan importante como desarrollar otros espacios, consolidar esa zona de nadie entre la huerta y la ciudad es un asunto de crucial importancia que se debería regular y potenciar para darle rápidamente una fachada digna. Únicamente en el caso de la Politécnica, encorsetada en su crecimiento y con un plan previsto de desarrollo en búsqueda de la excelencia, se debe conciliar su evolución con la consolidación del límite de la ciudad. ¿Qué hacer con el antiguo hospital «La Fe»? Hoy un vacío urbano lleno de edificios sin uso, zona que al despoblarse ha provocado que el comercio y los servicios hayan huido. Si no se le dan alternativas pronto, integrándolo en el barrio, corremos el riesgo de afectar a su entorno.

Por todo ello, pido a los candidatos que reflexionen, ¡Valencia no necesita más parches!. Necesita consolidarse fomentando un plan de actuación global con un verdadero impulso a la rehabilitación y desde una generosa visión para no paralizar su desarrollo discutiendo innecesariamente. Las ciudades y los cambios, parafraseando a Italo Calvino en Las ciudades invisibles. «Los habitantes vuelven a recitar las mismas escenas con actores cambiados», y para que no ocurra, los nuevos gobernantes deben estar por encima del los partidos.