Aunque la física y los políticos siempre anduvieron reñidos, obviamente dado el impenitente desprestigio de los segundos, los principios de Pascal podrían aplicarse con total tranquilidad a los resultados electorales de ayer, habida cuenta de que los comicios venían a removerlo todo para dejarlo igual. Digo que superado el ¿trauma? del fin del bipartidismo, la suma del bloque de izquierdas mantiene su hegemonía como lo hiciera hace cuatro años, prácticamente con los mismos votos, mientras el bloque de derechas sigue en su particular catarsis sin encontrar la solución a sus males más allá de perseguir los fantasmas de siempre.

Y entrando en el detalle, Amparo Marco ha hecho suyo ese trasvase de sufragios mejorando en un 50% los obtenidos hace cuatro años para alcanzar tres regidores más. El triunfo es incontestable. Parece fácil colegir que como reconocimiento a una buena gestión, pero la misma también se hubiera traducido en favor de sus socios de gobierno de Compromís que, por contra, se han dejado en el camino 2.579 votos. No es que los nacionalistas hayan defraudado en el cumplimiento de su programa electoral, todo lo contrario. Así, de primeras, me apunto a la teoría del talante, frente al conciliador de los socialistas, el más beligerante de Ignaci García y hasta el recuerdo del defenestrado Enric Nomdedéu, en puridad quien les llevó a las cotas más altas jamás soñadas. Compromís ha fracasado en su particular campaña de promoción durante estos cuatro años. El día que lo reconozcan recuperarán el tiempo dilapidado ahora.

Más de lo mismo en el PP, que niega la viga en su ojo. De nada le han servido cuatro años en la oposición, porque ha preferido el ruido antes que la propuesta. Así, mientras bajo su gobierno en la diputación y en muchas poblaciones se recuperaba la toponimia valenciana, aquí se renegaba del mismo y convertían la castellanización en su lema. Un alto cargo me confesaba que se veían obligados por miedo a que ese mensaje -y esos votos- los patrimonializaran otros partidos, una sangría que no han evitado. Pero el estrambote a tantos ripios llevados al programa electoral llegó en el último pleno municipal. Lejos de discutir y afear los términos del Plan General, se optó por abandonar la sede democrática. Quedaba claro que sus enmiendas no iban a prosperar por mor de la aritmética electoral, pero después de las condenas judiciales al planeamiento urbanístico del PP no parecía que fuera el abandono la mejor manera de convencernos de que tenían una oferta mejor. O Begoña Carrasco cambia de estrategia o la cambiarán a ella.

Y aunque no lo parezca, Podemos y Ciudadanos van de la mano esta vez. Tras oler las mieles del éxito -que no del triunfo- las luchas cainitas por un sillón acolchado han acabado pasándoles factura. A los de Fernando Navarro de manera escandalosa hasta perder más de la mitad de sus votos y concejales; mientras que el doctor Marín Buck no ha supuesto la esperada terapia de conciliación para los suyos y, aunque con los mismos concejales, no se beneficia del rebufo nacional por culpa de las bufonadas de Toni Cantó y Sandra Gómez que le han costado casi 1.7oo votos.

Lo de Vox, al final, no parece que vaya a ser más que un resfriado pasajero, de esos que se curan con el tiempo siempre que se trate como merece y no se deje crecer a las bacterias.