Trabajo invisible e incluso despreciado. «Fer safareig», esa dura labor diaria de hacer la colada en los lavaderos públicos, dio lugar al verbo «chafardear». Es un claro ejemplo de que el machismo también se apodera de las palabras. El trabajo doméstico se invisibiliza y, si es compartido, se mira con desdén.

Las mujeres conquistan el presente y el futuro, pero ¿qué ocurre con el pasado? La Marina Alta está reivindicando el papel de la mujer en los oficios tradicionales. Y es un campo poco explorado e infinito. Benissa sacó a la calle en 2017 el trabajo de las «estisoradores». Una exposición de fotografías antiguas animaba a revisar la tradición desde la perspectiva de género. Descubría un oficio clave en la economía del moscatel. Y lo ejercían y ejercen las mujeres. A finales de agosto, las cuadrillas de «estisoradores» vuelven a reunirse en los almacenes de Teulada y Benissa. Ellas también vendimian y se dejan la piel en todos los oficios agrícolas. Y se pone en sus manos esa labor fundamental de dar lustre a los racimos.

Mientras, Pedreguer ha dedicado ahora una calle a «Les barxeres». Además, su escuela taller ha recuperado este oficio de trenzar las hojas secas del palmito para crear capazos y bolsos. En el riurau de Jesús Pobre se han reunido las últimas mujeres que hacen «llata». También se conoce con este nombre a este oficio artesanal. El imprescindible trabajo de la mujer en la sociedad rural y tradicional sale a la luz.

La «barxa» puede tener un futuro ecológico. La materia prima es inagotable y no es lo mismo ir a la compra con bolsas de plástico que acaban en la basura que con un capazo de «llata» de los de siempre y de los de para siempre.

La exposición «Dones calpines», que ahora está en la calle en Calp y que rescata fotografías antiguas, demuestra que la mujer ha desempeñado los oficios más duros y sordos. Y siempre ha tenido muy claro que el éxito del trabajo radicaba en la cooperación. Es una lección del pasado que hay que proyectar al futuro.