Si se habla del futuro de la huerta se ha de conversar, obligatoriamente, de las personas que trabajan la tierra. Sin ellas no hay futuro que valga para un pulmón verde que es preservador del medio ambiente y productor de alimentos. Ese fue el mensaje que más se reiteró durante el Foro de Economía Comarcal que abordó el futuro de l’Horta en el Museu de l’Horta de Almàssera. 

La jornada estuvo organizado por Levante-EMV y À Punt y patrocinado por Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana (CEV), Caixa Popular; la Entidad Metropolitana de Tratamiento de Residuos (Emtre), la firma BeniPlast/BeniTex, Amics del Museu de l’Horta, laMancomunitat del Carraixet, Turisme de l’Horta Carraixet y el Ayuntamiento de Meliana. Y ejerció de moderadora la delegada de l’Horta de Levante-EMV, Laura Sena. El debate se dividió en dos mesas de diálogo. La primera abordaba la salud de la actividad económica de la huerta. 

Durante la primera ronda de intervenciones, Antonio José Gimeno, presidente de la Denominación de Origen de la chufa y de Ava-Asaja, apuntó que los desastres climatológicos de este año han agravado aún más las pérdidas de un negocio «que es cada vez menos competitivo». A su parecer, falta cambiar la concepción de la huerta como una fotografía estática, modernizar las formas de venta y «agrupar parcelas para que los minifundios no perjudiquen la producción». Junto a él se sentaban Eduardo Ramos, jefe de Sección Técnica de Apoyo a la Gerencia de la Emtre, Ángeles Hernández, directora de Comunicación de Mercavalència y Raquel Aguilar, de la Junta de Gobierno del C.O. de Ingenieros Agrónomos de Levante. «Si tenemos huerta, gente a la que alimentar y mercados donde vender, lo tenemos todo. Algo falla si las personas que trabajan la tierra agricultor no reciben un precio justo y la población no prioriza el producto local», reflexionó Hernández.

Eduardo Ramos, Ángeles Hernández, Raquel Aguilar y Antonio José Gimeno en la primera mesa. Miguel Angel Montesinos

Adaptar mercados a horarios

Por eso, Aguilar apremió a cambiar la manera de vender y diferenciar el producto con una marca propia. «El sello de calidad tiene que ser una realidad e ir acompañado con una manera de vender adaptada a los tiempos, como reparto a domicilio o adaptar los horarios de los mercados municipales», dijo. Cambiar la cadena para hacerla rentable para todos, también para la base, quien produce los alimentos: los agricultores y agricultoras. «La capacidad de producción es inmensa y se produce una ínfima parte. Hace falta crear una red de comercios para vender todo lo que se puede producir y para tejer un sistema de transporte de la huerta a la tienda eficiente y que sea rentable», añadió Gimeno, quien también apuntó el problema de la falta de relevo generacional, que no se solucionará si la actividad no es rentable. Eduardo Ramos, por su parte, destacó la presencia de la Emtre en la gestión de plásticos agrícolas y gomas de goteo en ecoparques y animó a «esforzarse en separar los residuos en el contenedor marrón para que los restos puedan volver a la huerta en forma de abono». 

Todos coincidieron en que hace falta diferenciar el producto autóctono con un sello de calidad y una marca propia, así como divulgar los beneficios de consumir producto próximo con precios justos. Si no se le da un valor adecuado «no habrá futuro que valga», señalaron.

«L’Horta és vida» y fuente de alimentación pero también muchas cosas más. Su valor ambiental (que resumió Lorena Mulet, coordinadora de proyectos de Per l’Horta), educativo (en el que incidió Mayte Fornés, de l’Animeta de Quart de Poblet), patrimonial, gastronómico (que explicaron Amparo Martí y Joan Carles Jover, concejales de Agricultura de Meliana y Almàssera, respectivamente) y turístico (representado en Noelia Rigoberto, técnica de la Mancomunitat del Carraixet) también se abordó en la segunda mesa de diálogo.

L. Mulet, M. Fornés, A. Martí, J.Carles Jover y N. Rigoberto, en la segunda mesa de diálogo. Miguel Angel Montesinos

La huerta como valor

Mulet destacó que la huerta es «una pieza clave» para la crisis climática. «Protección ante las islas de calor urbanas, prevención del riesgo de invasión de especies o un sistema de drenaje natural del agua hacia el mar que funciona por gravedad. Son unas ventajas que no tienen la mayoría de ciudades. Somos más resistentes como territorio por la huerta», dijo. Sin embargo, desde los años sesenta ha desaparecido más del 50 % del campo. «Cada metro de huerta que perdemos es una condena a nuestro futuro», advirtió. Por eso, apremió al Consell, junto a los demás ponentes, a apostar por la huerta. «La huerta de València tiene un valor económico importante para que den asignaciones presupuestarias. ¿Por qué no hay iniciativas valientes que apuesten por un comercio arraigado al territorio y que asegure un legado milenario? Pido a la administración que haga una apuesta para que esto sea posible: emprendimiento, formación y comercialización del producto», dijo. Y reiteró la idea de que «no tiene sentido proteger la huerta si no protegemos a los agricultores. Hemos perdido el cuidado a estas personas, les hemos dado la espalda y, si no hay precios justos, no será una actividad rentable».

Coincidió Mayte Fornés, que abogó por la divulgación educativa del valor de los productos de la huerta. «Los niños y niñas miran al plato pero desconocen el origen del alimento, algo que es imprescindible para valorar la memoria, la historia y la gastronomía próxima», explicó, al tiempo que apuntó a la importancia de la concienciación: «una población sensibilizada defenderá su territorio y eso pasa por recuperar paisajes y visibilizar a los agricultores, que son la piedra angular de todo el engranaje», completó el edil Joan Carles Jover. 

Vender fruta en Instagram

«Hay que trabajar conjuntamente desde las administraciones y fomentar que en los municipios donde estén, den un paso y puedan hacer la cadena completa: producción, transporte y venta en sus pueblos. Eso y vender por redes sociales, creo que pueden ser buenas ideas». En esta línea, Joan Carles Jover abogó por crear alianzas estratégicas de la cadena del producto alimentario que estén centradas en una diferenciación clara. Un sello de calidad. 

Como la que han desarrollado en Meliana con sus productores locales. «Ha ayudado a realizar iniciativas como Menja’t Meliana donde lo principal es darle valor al artículo», dijo, por su parte, Amparo Martí. De hecho, el próximo 2 de julio realizará su primera Fira de la Tomata de Meliana, donde se venderá directamente el producto del campo. Por otra parte, Martí alertó de que las personas que cultivan el campo ya no quieren que sus hijos e hijas lo hagan. «Si los jóvenes pueden incorporarse es porque detrás están los padres y los abuelos y eso no puede ser el futuro. Hay que pagarles dignamente para que el oficio no desaparezca», dijo.

Por último, Noelia Rigoberto ensalzó otro de los valores del oro verde: el turismo. Como el que realizan en la Mancomunitat del Carraixet, que desarrollan festivales como Miradors de l’Horta. El objetivo: que la huerta sea visible en el mapa. «El turismo es un instrumento potente de visibilidad y puesta en valor del territorio», defendió la técnica. 

En este sentido, la profesional apuntó que su estrategia pasa por poner la persona que cultiva la tierra en el centro, señalizando los productos de la huerta a través de etiquetas para «incitar al consumo de proximidad y las visitas a la comarca. Es la manera humilde de ayudar». Señaló Rigoberto que el turismo respetuoso en entornos agrícolas es «una oportunidad de negocio para, además, no dejar morir un pulmón verde sin el que perderíamos mucho». Vida. Cultura. Territorio.