Empieza la Fira. Esa Fira que todos y todas deben disfrutar, como se han encargado de remarcar desde la Regidoria de la Dona con esa intensa campaña que resalta lo que debiera ser evidente, pero no lo es. Una Fira que contará con la figura de la Reina, representante por designación cuasi divina de todas las mujeres de esta ciudad que no acaba de entrar en el siglo XXI, aunque ha prescindido, por fin, de los toros, entre dudas y remordimientos. Una Fira que dispondrá de las papeleras suficientes, la vigilancia necesaria y las apropiadas campañas de disuasión y educación sobre los malos hábitos de consumo. Una Fira que ahorrará dinero, más a la larga que a la corta en virtud de la inteligente ingeniería contable utilizada. Modelo de participación ciudadana aunque no haya habido comisión organizadora abierta a la presencia de las asociaciones ni nada que se le parezca. Una Fira que innegablemente es de otro color, con ocurrentes guiños como el homenaje a la Piquer o los talleres sobre colocación de pañuelos y nudos de corbata, que se está pensando cómo recuperar el anhelado homenaje a Bruno Lomas.

En su balance final, pueden estar tranquilos los puristas seguidores de las tradiciones porque la Fira de 2016 es la que ha sido siempre y el prometido modelo diferenciador que incorporará la modernidad y la renovación está por llegar. Al parecer necesita más tiempo para cuajar porque el actual gobierno, antes oposición, no supo aprovechar sus largos años de travesía por el desierto para cerrar ese proyecto alternativo que mejorara los eternos déficits denunciados. Disfrutar la Fira es sin duda un deseo compartido aunque alguno de nuestros responsables municipales lo tendrá más difícil que otros porque es un verano atípico donde la acostumbrada relajación estival ha brillado por su ausencia. Quizás por incumplimiento de la regla básica de un gobierno compartido, que es quedarse quieto para salir en la foto, hay quien está recibiendo un severo correctivo encaminado a frenar sus incansables energías. Llueven críticas y zancadillas, fruto de una fiscalización implacable que parece haberle convertido en objetivo a abatir, atacado desde todos los flancos. A nadie debe dar pena, porque son gajes del duro oficio de político cuyas espaldas han de ser anchas y resistentes. Pero si el que tiene boca se equivoca, dice el sabio refranero, justo es reconocer que el que sale a caminar siempre puede tropezar ante la maliciosa mirada de quien solo calienta el sillón.