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El comunismo de los indígenas

El comunismo de los indígenas

Dentro de unos días se celebrará el mal llamado Dia de la Hispanidad, aunque algunos le llaman Día de la Raza (sic), que debe ser por aquello de que nuestra raza superior e infinita, acabó con los salvajes indígenas a los que enseñamos a rezar, les robamos hasta la sombra de las palmeras y les convertimos en seres «normales», no sin antes contagiarles de todo lo contagioso y un poco más. Sin ninguna piedad les dimos todo lo imaginable posible para dejarles sin aliento, y bajo la excusa de una cruz de madera, las atrocidades se repitieron hasta la saciedad. En la misma semana en la que el Papa ha reiterado sus disculpas a México por los «errores muy dolorosos» cometidos por la Iglesia católica, una señora que manda por la meseta ha realizado una defensa a ultranza de la hispanidad y ha reprochado a Francisco que se manifieste en tales términos. 

Un filósofo madrileño opina que «esta señora tiene un problema de sensibilidad democrática y unas ideas que rozan el fanatismo, ya que impone una determinada idea de libertad, la suya, en la que lo español y lo católico, no pueden ser cuestionados, un discurso que, al no estar en condiciones de reconocer lo que hizo España en el pasado, puede llegar a repetirlo». Y como no se quedó tranquila ni tras relajarse en el chalet de Nacho Cano, apostilló sin rubor que los movimientos indígenas eran puro comunismo y que la hispanidad solo llevó libertad, paz y prosperidad al continente».

Pero ya estamos de nuevo en la fragilidad de la memoria o en la ignorancia y el analfabetismo, y se les olvida decir que estos conquistadores fueron acompañados en su viaje de, a saber, la viruela, el sarampión, la peste bubónica, la difteria, el tifus, la escarlatina, la varicela, la fiebre amarilla, etc. La lucha fue desigual y las enfermedades vencieron cualquier resistencia. ¿Era eso la libertad, la paz y la prosperidad? El paso de los siglos no ha conseguido cambiar ni una coma este concepto entre la derecha más reaccionaria que se susurra ella misma al oído la superioridad contra los indígenas de entonces y contra la inmigración ahora, provenga de donde provenga. Racismo y xenofobia son los dos platos tomados en caliente que crecen y se multiplican al mismo tiempo que la ignorancia, pero hacen mucho daño por el camino. Una amiga boliviana me comentaba que en los escritos de la conquista de América, Pedro de Mendoza, uno de los protagonistas, dejó escrito sobre los pueblos indígenas que «era tal la influencia del maligno, que hombres y mujeres se bañaban varias veces al día».

Las tropas conquistadoras llevaban los ratones escondidos en sus pelucas, y desconocían lo que era el agua, la limpieza y el aseo personal. El ego de la conquista llega tan lejos, y la obligación a la sumisión es tan repelente, que las fuerzas armadas salen a la calle para hacer el ridículo por las calles de la capital, dejando imágenes tan grotescas como un paracaidista enganchado en una farola o un saludo firme y marcial a la cabra que encabeza a los chavalotes de la legión. ¿No querías arroz Catalina? Y la señora, protagonista de la pregunta en los tiempos de Juan II de Castillo, allá por el s. XV, quedó tan callada que murió poco después de un empacho y de orgasmos reprimidos causados por la maldita cabra, visitadora frecuente de los palacios.

Puede que hoy también muriese de empachos de buenas nuevas, como la obligación de llevar a cabo la bolsa de alquiler de viviendas para jóvenes en el casco antiguo de Xàtiva en el plazo de dos años, dentro de los presupuestos participativos de la Generalitat. Tardaron mucho más en adecuar la oficina de información de ayudas a viviendas en el núcleo antiguo. Ayudas que eran el imposible hecho realidad. ¡Anda ya! Encima cachondeo, como la conquista de América.

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