Es de nuestras glorias universales, gran portadista, fue quién, de entre todos, dio forma y estilo a la serie de novelas El Coyote, por lo que Germán Plaza lo eligió para la colección del famoso enmascarado. Inició la revista en 1947 como en 1944 lo había hecho con las novelas, a pesar de que Coll, buen profesional también, había ilustrado la novela del mismo título un año antes.

Casi toda la gama de Cliper y Gerpla pasó por sus manos, mejor dicho, su pluma y pincel, con su trazo nervioso, expresivo, efectivo y especial. Empezó realizando «cuentos de hadas» y encargos publicitarios y alguna que otra colección de tebeos como Bill Cody, pero su trabajo en la creación del cómic El corsario azul, aparecida dentro de la revista El Coyote, es una obra tan viva, tan llena de ambientación realista y logo gráfico, que a menos que uno se descuide, hasta los mosquitos ¡pican!

En 1951, harto de censura y de sus ignorantes criterios, abandonó nuestra patria para efectos de trabajo tan sólo, pues siguió manteniendo contactos y residencia en la provincia de Valencia.

Hacía dos años que se había casado con Angelina Lavernia, ángel de la pintura y acaparadora de premios. En París trabajó para diferentes medios, siendo el amo de Hachette hasta que se dedicó, asimismo, a la pintura.

Como había ocurrido en nuestra patria, Batet fue quien le dio forma a El Zorro, cuando Disney se quedó con los derechos de la obra de McCulley y la orientó hacia otros caminos.

Sus obras han sido expuestas en todo el mundo, desde Japón hasta EE UU.

Falleció el pasado día 5 de diciembre. Moría en París a las 22 horas, después de unos días con molestias varias, propias de sus 94 años. Francisco Batet era un enamorado de Valencia y su territorio, tanto que poseía en Torre la Sal (Oropesa), una finca donde solía pasar los veranos junto a su esposa, la también famosa pintora, quien expuso en Valencia en alguna ocasión, exactamente en la Galería Segrelles, como quedó dicho más arriba. Su corazón siempre estuvo entre Barcelona y Valencia.