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Crítica

La risa siempre sienta bien

La risa siempre sienta bien

Cuando en 2012 se estrenó en Londres ‘La función que sale mal’ solo tenía contratadas unas semanas. Casi diez años después ya la han visto más de ocho millones. Nada más global que la risa, porque la obra, también en su versión española, se basa en la tradición cómica británica de los Monty Python y los Fawlty Towers trufada de la tradición de suspense de Agatha Christie. Envuelta en éxito ha llegado al Olympia en unos días donde más se necesitan unas buenas carcajadas, y sí además del argumento, se acierta con los actores el éxito está garantizado.

‘La función que sale mal’ escenifica un grupo de teatro amateur en el estreno de su obra de misterio en el que, como indica el título todo es un auténtico despropósito. En un escenario rebelde y con unos actores que olvidan sus diálogos, acentúan mal o improvisan hasta lo absurdo, la comedia funciona en perfecta conjunción. Las adversidades desde el principio al fin de la representación son esperables, pero están tan bien resueltas que provocan sinceras risotadas. Se nota el gran trabajo de los actores, en muy buena forma, y entre bambalinas, porque la función es muy transparente, como un número de los mejores payasos de circo, humor de marca blanca pero con talento.

Destaca la interpretación de David Ávila, que tras su paso por los mejores musicales borda el papel de Max, el hermano de asesinado Jonathan (Felipe Ansola). Así como el experimentado Armando Pita, que en el papel del mayordomo Dennis (fíjense en sus calcetines) muestra su versatilidad. Hay escenas desternillantes, como el intento de sacar por la ventana a Sandra (Carla Postigo) la pelea de los dos mosqueteros Max y Robert (Víctor de las Heras) y el caos final.

Han anunciado una representación para Nochevieja, como en los viejos tiempos, así que crucemos los dedos para que la función salga igual de ‘mal’.

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