Alfredo Ruiz planta su última falla en el IVAM

El centre de arte reúne maquetas, bocetos y fotografías de la trayectoria del pionero en la línea mas minimalista y abstracta de los monumentos

Begoña Jorques

Begoña Jorques

¿Puede ser una falla objeto de museo? Absolutamente. Así lo demuestra la exposición «Alfredo Ruiz: caminos hacia la modernidad en las fallas», que se puede visitar en el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) hasta el próximo 23 de abril.

La muestra reúne una veintena de maquetas de monumentos construidos por el artista fallero Alfredo Ruiz (València, 1944) entre 1990 y 2013, una docena de fotografías, un vídeo y más de medio centenar de dibujos con sus bocetos. Un recorrido por la trayectoria -la que se salvó de la quema- del pionero de la modernidad de las fallas en forma y fondo. Y como colofón, Ruiz, ya retirado del mundo fallero, ha creado exprofeso para el IVAM la que es su última falla, Bosc geomètric, una suerte de bosque minimalista y colorido que representa su propio universo.

Ruiz presentó este jueves la muestra junto a la directora del IVAM, Nuria Enguita, y Ricardo Ruiz y Daniel Escobedo, coordinadores del proyecto. Muy cerca de ellos, Ana Sospedra, pareja de Alfredo Ruiz y responsable del color de su obra. Literal y figuradamente.

Fallas, Nietzsche y Camus

Los responsables de la muestra destacaron que pioneros como Alfredo Ruiz «han abierto caminos para que otros puedan seguir el suyo». Ricardo Ruiz y Daniel Escobedo recordaron la formación autodidacta de Alfredo Ruiz quien comenzó a trabajar a los 13 años, con un estilo heredado pero siempre en busca de su propio sello que fue depurando con el tiempo. Es a partir de 2002 cuando ese estilo ya se vuelve abstracto y minimalista. «Es un estilo acorde con sus inquietudes que aborda temas sociales como la pena de muerte, el capitalismo, el papel de la mujer, el ecologismo». Explicaron, incluso, que en sus últimos trabajos aparecen referencias a ideas de Nietzsche o Camus.

Boceto de falla de Alfredo Ruiz.

Boceto de falla de Alfredo Ruiz. / Alfredo Ruiz

El propio artista reconoció ayer que entrar en el museo le dio «un poquito de miedo», aunque aseguró que «siempre he pensado que mis fallas estarían en el IVAM», dice entre risas. Desde luego, nada tiene que envidiar a muchas de las esculturas que hoy forman parte de los fondos del centro de arte de la calle Gullem de Castro. «Estar aquí es importante por lo que supone divulgar el trabajo que se puede hacer en las fallas», dijo. Sobre la pieza central de la exposición, ese jardín geométrico, explicó que «es de donde salen mis ideas, es mi cabeza. Yo soy simplemente un artista que va creando», explicó.

Este proyecto se enmarca en la reciente línea de unión del IVAM en torno a las fallas que pretende conectar el museo con la actividad y el estudio cultura de aquello que ocurre en su entorno local. Así, para Nuria Enguita esta exposición pone el acento en la figura de Ruiz como «pionero de las fallas experimentales» y señaló que las fallas «son arte de la calle y expuestas a todos y nosotros queremos que el IVAM también esté abierto a todos». La directora del IVAM destacó que la muestra «es ejemplo de un artista que ha planteado nuevos lenguajes en un campo, en general tradicional, como las fallas». «Incorpora -añadió- un trabajo de forma para generar significado, romper un lenguaje tan tradicional como el de las fallas es muy valiente», dijo. «Estar aquí es un lugar natural para Alfredo Ruiz. Los museos debemos trabajar críticamente en las artes de nuestra contemporaneidad».

¿Arderá en el IVAM?

Y como el fin último de una falla es el fuego, ¿qué pasará con este bosque geométrico que Ruiz ha creado para el IVAM? Todo apunta a que las llamas serán su destino. ¿Será en el mismo IVAM? «Estamos trabajando en ello», responde Enguita.

Alfredo Ruiz Ferrer nació en València en 1944 y con tan solo 13 años comenzó a trabajar en talleres falleros. En 1968 plantó su primera falla infantil y dos años después, una de las grandes. Los años del franquismo lo sumieron en un desconocimiento que él mismo contrarrestó con el estudio de las vanguardias internacionales y que reflejó posteriormente en sus monumentos.

Su trayectoria es muy particular, un «periplo» en el que pasa de obtener el primer premio en la Sección Especial con la Falla Plaza del Pilar Temptació (1974), con una estética «clásica», hasta una depuración formal total en las fallas Mossén Sorell-Corona 'Concepte, percepte i afecte' (2008) o Plaza Jesús 'Després de la desena musa' (2013).

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