Los nombres propios de las primeras escritoras en valenciano

Gabriel Garcia Frasquet y Edicions 96 publican «Lletres valencianes amb veu de dona», un recopilatorio de cuarenta literatas que escribieron en la lengua propia desde la Reinaixença hasta el final de la Guerra Civil, de 1855 a 1939

Portada "Lletres valencianes amb veu de dona".

Portada "Lletres valencianes amb veu de dona". / Edicions 96

Fueron pocas y no escribieron grandes best sellers, pero marcaron el camino y lo facilitaron a las futuras generaciones. Un nuevo libro saca a la luz a las primeras escritoras en valenciano, un trabajo en el que Gabriel Garcia Frasquet ha ido recopilando nombres propios desde la Renaixença —mediados del siglo XIX— hasta el fin de la Guerra Civil (1939).

Así, "Lletres valencianes amb veu de dona" (Edicions 96, 2023) rescata a quienes fueron ocultadas y no han llegado a ser conocidas en nuestros días, poniendo negro sobre blanco a una cuarentena de escritoras, como Maria Orberà o la prolífica Manuela A. Rausell. El hilo conductor de este exhaustivo estudio es el valenciano como lengua literaria.

«La idea me surgió hace más de una década, por una columna de prensa que pedía que Manuela A. Rausell, Magdalena Garcia Bravo y Lluïsa Duran fueran estudiadas. Me conciencié de que las mujeres del campo literario del pasado habían sido olvidadas y menospreciadas e intenté estudiar lo que habían hecho para visibilizarlas. Dentro de mis posibilidades he querido reparar una justicia secular», añade el autor. «Son narradoras, dramaturgas, poetas… precursoras que han creado escuela y, cuando me puse a estudiarlas, me apasioné y me dediqué a ello», asegura. 

De la Renaixença a la Guerra Civil

El punto de partida del libro es la Reinaixença, al ser un periodo que recuperó el valenciano en la literatura, hasta la Guerra Civil, por generar en este y otros campos «un corte traumático» de toda la producción. A pesar de que los últimos años se ha trabajado mucho en recuperar a las ‘mujeres ocultas’ de diferentes saberes, había un vacío en esta época de las letras valencianas. 

Garcia Frasquet, doctor en Filología Catalana y con varias obras publicadas, explica que las mujeres estaban relegadas a ser amas de casa, a los cuidados de los hijos y a ser esposas dentro de una estricta moral y, con la educación vetada para la mayoría, a finales del siglo XIX, solo sabían leer menos del 10 %.

«Siempre lo tuvieron muy difícil. Fue una proeza que llegaran; tuvieron muchos obstáculos y debieron hacerse valer y darse a conocer», afirma. Por eso, explica que sobre todo las pioneras procedían de la alta burguesía, con una buena situación económica, y alguna relación con plataformas o entidades que les facilitaran escribir.

«Por ejemplo, muchas fueron regines de los Jocs Florals de Lo Rat Penat, o sus familiares eran de la entidad». «También tenían el talento y la creatividad para presentarse a concursos y certámenes, oponiéndose a la opinión de hombres ilustrados que decían que no debían escribir porque no eran capaces de razonar bien o porque las mujeres debían guardar sus intimidades para el corazón, no para la pluma». Era, por ejemplo, lo que argumentaba Teodor Llorente, que no era partidario de las mujeres escritoras.

Gabriel Garcia Frasquet.

Gabriel Garcia Frasquet. / L-EMV

Más adelante, a partir de la dictadura de Primo de Rivera o durante el paréntesis de la Segunda República, Gabriel Garcia Frasquet apunta que las escritoras ya no tienen una extracción tan burguesa, y aparecen nombres propios como las de las maestras Empar Navarro o Maria Ibars.

Por ejemplo, en la Segunda República es destacable el papel de la colección «Nostra Novel·la» «que quería acercarse al público femenino en otras colecciones, con cinco mujeres que publicaban; lo facilita la nueva situación legal y social de la mujer». Es destacable, por ejemplo, el caso de Pilar Monzó, que también escribió teatro. 

Además de las ya mencionadas Manuela A. Rausell, Magdalena Garcia Bravo y Lluïsa Duran, en el libro —de casi 300 páginas y dividido por géneros—, también aparecen Miracle Jordà Puigmoltó, Maria Cortina, Josefina Cantó, Josefina Greus, Lola Andrés, Neus Sagaseta, Josefina Piera, Miracle Espí, Teresa Calatayud, Antònia Solbes o Elena Faus, entre otras.

Aunque se recopilan aquellas que escribieron en valenciano, la mayoría de ellas eran bilingües escribiendo y algunas publicaban en periódicos de toda España. «En valenciano lo hacían cuando había alguna plataforma, como Lo Rat Penat, que favorecían esto, o en revistas relacionadas con la Renaixença. Por géneros, la poesía, la narrativa o el teatro es donde más se escribía en valenciano, no en el ensayo, donde prácticamente todos los valencianos escribían en castellano», detalla el autor.

Otro apunte que hay que hacer es que todas firmaban con sus nombres y apellidos reales, a excepción de Camila Calderón, que era Purificació Llobet y quizás adoptó ese pseudónimo como homenaje a Calderón de la Barca y a uno de sus personajes.

Temas recurrentes

Por otro lado, los tiempos iban cambiando y si bien en la Renaixença y la década posterior a la fundación de Lo Rat Penat sí que había una actividad «muy intensa», esta decae posteriormente. Asimismo, a excepción de Rausell, que es una de las escritoras «más destacadas» al cultivar todos los géneros, la dedicación del resto a las letras es «esporádica» y no tan duradera.

En cuanto a los temas, «hay una cierta repetición» al venir marcados, por ejemplo, por los certámenes, como los Jocs Florals, para el que debían escribir sobre amor, fe y patria. En «El cuento del diumenche» —publicación que también acogió a mujeres—, preferían «el naturalismo y cantar a la vida». Fueron tiempos, también en los hombres, de «poca modernidad» y ellas eran «repetitivas y discretas».

En la época, también había indicaciones lingüísticas y, en muchas ocasiones, a excepción del teatro, se adoptó «un valenciano más culto y una ortografía cercana a una cierta normalidad lingüística».

 «Lletres valencianes amb veu de dona ha tenido una gran acogida y ha generado bastante interés y espero que tenga un buen recorrido, no por mí, sino por ellas», pide Garcia Frasquet. «Aunque no fueron portentosas de la literatura, sí sembraron la semilla del florecimiento actual. El libro no hay que verlo como una reliquia del pasado, sino como una promesa de futuro», indica su autor.