“El arte verdadero no habla al conjunto de la sociedad, habla al hombre”

Luis Massoni junto al retrato de Rita Barberá.

Luis Massoni junto al retrato de Rita Barberá. / Germán Caballero

Saray Fajardo

Saray Fajardo

 El pintor valenciano Luis Massoni repasa sus 70 años de trayectoria artística en la exposición que se podrá visitar hasta el 16 de junio en el Museo Nacional de Cerámica.

La última vez que expuso en València fue hace 25 años. ¿Por qué ha pasado tanto tiempo?

La hice en el Palau de la Música. Durante la exposición, ocupé un nuevo estudio, que, quizás sea el estudio más antiguo de la Comunitat Valenciana, que va camino de los 150 años. Estaba hecho trizas y me ocupé de restaurarlo. Me ha llevado muchos años restaurarlo. Me interesaba mucho porque es un espacio de trabajo muy adecuado para el tipo de pintura que yo hago. Como a mí me interesa tanto la tradición, dediqué muchas horas. Yo he expuesto varias veces en Madrid o en Barcelona. Los retratos llevan mucho tiempo porque la pintura está tomada en serio, no en serie. Necesitaba una cocción lenta. Esto hace que ahora haya 75 obras que no se han visto en València. Y muy distintas como puede ser distinto un pintor eminentemente figurativo, como soy yo, que soy muy figurativo, pero no monocorde porque no me repito. Los retratos y las pinturas no obedecen a una especie de receta o a un estilo. El buscado estilo a mí me parece que es la muerte del verdadero arte, porque el estilo no es más ni menos que una fórmula, una repetición muy adecuada para todo este barullo que se ha montado del mercado del arte. Para el consumo artístico es muy adecuado que los pintores tengan su sello. Eso para convencer a un público masivo sirve, pero no sirve para la creación. Gloria Fuertes decía que la inspiración es anárquica. Esa anarquía te lleva a una coherencia y una relación. Pero, como se ve en la exposición, hay afrontamientos de la realidad, interpretaciones de la realidad muy distintas. Eso es fruto de esa anarquía, de la repentina inspiración, que no sabes de qué depende y que te lleva a ver las cosas de una forma distinta. Yo he procurado al retrato sacarlo de esa especie de salida comercial.

En la exposición se muestra sus 70 años de actividad. ¿Cómo ha sido el proceso de seleccionar sólo 130 de todas ellas?

Ha sido costoso porque tengo un archivo bastante extenso. Lo puse en un ordenador, que yo apenas manejo. Y ahí está, año a año, las obras que yo creo que más han sorprendido y faltan muchas. Estoy haciendo como un archivo general. Unas que tenían fotografías y otras que he ido rescatando. Para esta exposición me ha servido de mucho. Había obras que tengo fotografiadas, pero están en paradero desconocido, porque son obras muy antiguas. Ha sido difícil buscando la variedad y la calidad. Se ha buscado la diversidad y la amenidad de la exposición. Se ha buscado ese equilibrio entre calidad, variedad y amenidad. No ha sido fácil porque han quedado fuera. Yo podría haber hecho una antológica mucho más extensa. He procurado darles prioridad a las obras más recientes en cuanto al retrato. He querido dar una aproximación muy real, porque hay también titubeos. Hay obras que me gustan un poco menos, pero que ilustran esos estudios, esa búsqueda. Eso ha hecho que la exposición, se reparta en los seis espacios, porque no se ha podido poner cronológica porque necesita mucho más sitio. Se le ha buscado una ordenación estética, que es lo que le da amenidad, donde el ojo estuviera cómodo, las luces no deslumbraran, fueran blancas, estuvieran graduadas y respetaran la conservación de las obras.

Se reencuentra con obras antiguas que hacía años que no había expuesto.

Eso es verdaderamente emocionante. Ves un retrato de gente que ya ha fallecido, pero en los retratos siguen hablando, siguen vivas y me evocan las horas que pasamos juntos hablando. Esa inmaterialidad del espíritu la ves ahí, en esa mirada, en ese gesto. Esa persona perdura ahí en ese recuadro del lienzo.

Llama la atención que en los retratos le da mucha importancia a la mirada.

Popularmente se dice que los ojos son el espejo del alma. En los ojos sucede algo misteriosísimo. Los ojos van directos al cerebro. En un retrato los ojos y la boca son lo más decisivo. En los ojos está lo permanente y en la boca está lo efímero.

"En un retrato los ojos y la boca son lo más decisivo"

Luis Massoni

— Pintor

En la exposición aparece uno de los dibujos que pintó con siete años. ¿Cómo fueron esos inicios?

Dibujaba con una ilusión enorme ya desde muy niño. Era tan niño que yo me levantaba por la mañana en vacaciones con una ilusión. Sentía tal conmoción al preparar el vasito, los pinceles, los colores aquellos de acuarela, los tubitos, que, cuando lo tenía todo preparado para ponerme a hacer algún buñuelo infantil, era tal la satisfacción que me entraban ganas de hacer pipí. Me daba mucha rabia, porque tenía que irme, tenía que dejar lo que tanto deseaba para no hacerme pipí encima. Todo lo que conservo no corresponde al dibujo infantil de un niño. Eso le ocurre a los que tienen una vocación de pintor. El que nace para pintor tiene una apetencia de realidad extraordinaria. Ese es el más antiguo que conservo y se ve que tengo una atención a lo externo, a la realidad que no corresponde al dibujo de los niños de siete años, que dibujan lo que creen que es la realidad. Tengo una visión ya autocrítica. Trabajé muy de niño, pero mis dibujos no son infantiles.

Algunas de las obras expuestas van acompañadas de versos ¿Cómo cree que complementa la poesía al arte?

Yo creo que es lo mismo. La pintura es una poesía sin palabras. Ese lirismo aflora de manera más clara en las obras que sólo tienen un compromiso con la vida. Es decir, las obras independientes que no son de encargo. Ahí aparece un pintor más secreto, más solitario, más de necesidad interior. El retrato es muy duro, porque tienes unas horas de pose. Estés inspirado o no, tienes que sacar fuerza de debajo de los pies para estar a la altura. Sin embargo, las obras que haces por necesidad, eso te lo va ofreciendo la realidad de una manera impensada. Y, cuando lo haces, lo haces para ti en un perfecto estado de soledad, porque el arte necesita mucha soledad. Ese lugar es el del poeta. Al tener necesidad de sacar afuera un sentimiento verdadero, encuentra ahí el poeta las palabras sin necesidad de buscarlas. El poeta verdaderamente es un iluminado, es un señor que conecta con estratos profundos de la vida y hace como de mediador. Esa es la grandeza de todo arte. Aquello que hiciste en soledad para ti y no sabías bien por qué lo hiciste así a tientas, pero que lo hiciste impulsado por una verdad interior, por una necesidad mejor, muy verdadera, pues eso cristaliza en unas palabras, en unas estrofas o en unos colores y unas formas que luego le resuenan al que lo ve o al que lo lee. El arte verdadero no habla al conjunto de la sociedad, habla al hombre.

Volviendo a los retratos, en la exposición se encuentra el retrato póstumo que le hizo a Rita Barberá. Reconoce que fue uno de los más difíciles de su carrera.

Para mí eso no es un retrato. De ahí la enorme dificultad de afrontarlo. Para mí el retrato necesita trato. Yo entraba en contradicción porque acepté el reto de hacer un retrato, en el que hubo un momento en que estaba dispuesto a tirar la toalla. Era un retrato de un ser que no existía. Tenía que valerme de fotografías. Eso repugna a mi modo de ver el retrato. El retrato necesita afrontamiento y necesita de voluntad por parte de una persona viva de ser retratado. Del encuentro entre los dos aparece una criatura que es el retrato y que es la obra de arte. Eso sólo es posible si hay modelo y ahí no había modelo. Lo que hice es una composición que alude a la circunstancia vital de Rita Barberá, pero son aproximaciones. Las fotografías que hay están vistas como fotografías, no como suplantación de un ser vivo. Necesito el parpadeo, la voz de la persona, los estados de ánimo… Necesito toda esa diversidad y voy filtrando lo que me parece de manera intuitiva.

¿Cree que hubiese sido distinto si la hubiese tenido delante?

Me imagino que sí. No hubiera disfrutado tanto porque como era un ser que era una polvorilla. Me imagino que hubiera posado muy mal, supongo que no hubiera tenido tiempo de posar, por lo menos a posar la cabeza y las manos y lo otro se hace con maniquí. Tampoco tienen que estar todo el tiempo. Depende del enfoque porque hay retratos que están hechos en dos sesiones y hay otros más limados. Antaño los modelos eran más obedientes, la gente tenía más tiempo. Recuerdo que cinco veces me pidió el ayuntamiento, y por canales distintos, para hacer el retrato del rey. Me dijeron que tenía que hacerlo de fotografías. Yo dije que le hacía el retrato, pero iba a Madrid a la hora que quisiera. Tenía que ver ese color de la tez, su expresión y tenía que hacerle una cabeza más o menos rápida, que luego pasaría y el atuendo que él se pusiera, luego me lo tenían que dar para yo montarlo en el maniquí. Me dijeron que no. Yo quería hacer el retrato, pero un retrato real. Es irreal a partir de una foto.

Respecto a la obra de Rita Barberá, llama la atención que hay muchos detalles intencionados.

Hay todo un ingenio, yo sustituyo la ingenuidad por el ingenio. Es una composición muy laboriosa. Hay que encontrar la tecla, tiene mucha trastienda. La primera virtud del arte es ser contagioso y la segunda dar que pensar. Es el caso del cuadro de Rita Barberá, que es un cuadro que, aparte de resultar distraído, halaga mucho el ojo por su verosimilitud. Hay un segundo placer, que consiste en relacionar, ver símbolos. Eso lo dejo al espectador.

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