Entrevista | Elvira Espejo Artista plástica

"Hay que ser muy críticos frente a la construcción egocéntrica de las artes"

La crisis en Bolivia durante los años 80 impulsó el arte textil en este país. Este cambio se recoge en el documental «Ciencia de las mujeres: experiencia en la cadena textil desde el Ayllu Mayor Qaqachaka», presentado en el IVAM por la tejedora bolivina y directora del Museo Nacional de Etnografía y Folclore, Elvira Espejo.  

La artista plástica Elvira Espejo.

La artista plástica Elvira Espejo. / Levante-EMV

Saray Fajardo

Saray Fajardo

La tejedora boliviana Elvira Espejo siempre ha utilizado sus hilos para narrar la tradición oral y reivindicar la cultura de las comunidades indígenas. Ahora está al frente del Museo Nacional de Etnografía y Folclore en La Paz (Bolivia).

Acaba de presentar en el IVAM el documental “Ciencia de las mujeres: experiencia en la cadena textil desde el Ayllu Mayor Qaqachaka”, en el que se muestra como, a partir de la crisis que atravesó Bolivia en los 80, se inició un proceso de mejora de la producción textil. ¿Qué supuso ese cambio?

Ha sido bastante importante ese cambio para las comunidades porque supone recuperar la memoria y el conocimiento que se ha perdido. Creo que la crisis les ha obligado un poco a retomar esos conocimientos porque la crisis no fue solamente económica, sino también la crisis climática. Cuando hay una crisis climática, como por ejemplo el tema de la sequía que ha afectado a los cultivos de las propias comunidades, han recurrido justamente a la recuperación de esta memoria de los tintes naturales para la producción textilera y, así, poder tener ciertos ingresos. Eso es muy interesante porque también nos muestra estos conocimientos perdidos, cómo se pueden traer hacia la actualidad y utilizar para la nueva producción.

¿Cómo se pueden modernizar estos tejidos?

Se puede modernizar o se puede trabajar según la demanda social porque la demanda social cambia. Por ejemplo, los accesorios cambian de formato o cambian el color y creo que, en ese sentido, es muy interesante como las tejedoras o la comunidad se plantean la recuperación de este conocimiento para poder, incluso, generar y ser más amigable con el medio ambiente y no tener este problema que genera la contaminación.

¿Cómo se adentró en este sector?

Mis inicios han sido justamente por mi familia. Mi familia es tejedora, mis abuelas son tejedoras, mis raíces son textileros. La familia de mi madre se crió en la parte más alta, en tierras altas donde hay crianza mutua de animales, por lo que siempre hemos tenido fibra. Así pude aprender con ellos, que han sido mi primera escuela porque en la escuela formal no hay formación del textil. Tuve que aprender en la casa de la familia y es un conocimiento milenario de la región.

El tejido es como un idioma universal porque en todos los países hay tejedores.

Sí, así es, es un idioma universal porque todos necesitábamos vestir. Todos hemos procedido en la producción de vestir el cuerpo y de alguna manera saberlo.

Es directora del Museo Nacional de Etnografía y Folklore. Supongo que como mujer no habrá sido fácil llegar hasta ahí.

Cuando llegué como directora, las dificultades han sido que vengo de una raíz indígena, de las comunidades indígenas, de la praxis del textil. Hemos sido muy críticos frente a la construcción egocéntrica de la academia y creo que eso les ha conmovido bastante. Creo que era necesario debatir estos cambios desde la mirada de la diversidad de las disciplinas, como las comunidades indígenas en este caso producían conocimientos en la parte de la praxis para hacer cosas como el textil, la cerámica, el arte plumario, metales, pero desde su lenguaje. En este caso es como, por ejemplo, hablar de las estructuras lingüísticas porque se hace en su lengua originaria como aymara, quechua y creo que eso también ayuda a entender de una manera distinta. No estamos hablando de las terminologías griegas y latinas que normalmente se repiten en las universidades o en las estructuras educativas. Estamos pensando como nuestras propias lenguas podrían ayudar a la sociedad a entender esa diversidad de filosofías, cómo se integra y en el museo lo hacemos. Como directora trabajo en estos cambios de paradigma para una mejor integración de un conocimiento diverso de distintas partes del mundo.

Pretenden acercar el museo a todas las comunidades y que no sea un lugar elitista.

Creo que en su época ha sido demasiado elitista y pertenecía a una cierta clase social. Ellos tenían el derecho de estar en estos espacios porque eran la clase social y tenían la formación académica. Creo que ha sido bastante interesante poder integrarme porque estos cambios pretenden descolonizar y plantear en términos de descolonización del pensamiento y los saberes.

¿En Bolivia la cultura también está sufriendo recortes?

Sí, también está sufriendo estos recortes que generan estos cuellos de botella, pero, a pesar de los recortes, nosotros seguimos trabajando porque es necesario el aporte desde las comunidades.

Lleva unos días en València, ¿qué le ha llamado la atención de este museo?

Me ha llamado mucho la atención el tema de los programas educativos porque me parece súper interesante. Creo que también lo han integrado recientemente, pero lo más interesante es esta apertura para los jóvenes porque creo que los jóvenes acuden a estos espacios para un intercambio de conocimientos desde distintas direcciones. Me ha parecido muy lindo y es muy positivo que planteen un programa así. Me ha gustado compartir y poder conocer también a los jóvenes.

¿Cree que falta educación en el arte?

Sí, necesariamente esta ampliación de conocimientos, la verticalidad de las universidades como laboratorios, se han quedado estancados con esta jerarquización de las especialidades como la pintura, la escultura y la arquitectura. Ahora hay que pensar de esa diversidad como la cerámica o la textilería.

Acercar el arte más allá de la pintura o la escultura.

Así es. Acercarlos más allá de todo lo que conocemos y acercar hacia la diversidad según los territorios, regiones y comunidades. Son territorios variados que nos podrían plantear nuevas formas de verla.

Usted migró a la Ciudad de la Paz. ¿En qué momento tomó esa decisión?

Yo migré muy joven, a mis 15 años, desde una comunidad del sur de Bolivia, que es Cachaca, que está en el departamento de Oruro. Y al migrar fui a un periurbano que es Chayaparta y de ahí fui al urbano concentrado La Paz, donde yo estudié en la Academia Nacional de Bellas Artes. Tras regresar a la comunidad, me doy cuenta justamente de estos problemas estructurales.

¿Por qué se decidió por el arte?

Creo que por curiosidad. Latinoamérica ha sido muy fuerte con el tema religioso católico y todas las iglesias tienen pinturas como obras de arte. Eso me ha inspirado para poder entender qué es el arte. Me lo preguntaba siempre. Cuando llegué a la carrera, me topé con esa estructura vertical de estudiar la escultura, la pintura y la arquitectura. Me doy cuenta que todas las otras están ignoradas.

¿Ha llegado a entender qué es el arte o le ha comportado más dudas?

Me ha dado más dudas, más complicaciones. Nada de aclaraciones pero eso me ha ayudado a plantearlo desde otro punto de vista.

¿Cómo ve el futuro de la cultura en su país?

Espero que pueda ser más abierta y tengamos más posibilidad de comprender y entender la diversidad de las artes, ya sean de las comunidades indígenas o de diferentes especialidades. Creo que en ese sentido es súper interesante porque nos plantea entender desde varios puntos de vista y apreciarlos también desde otras esencias formales como la academia.

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